Puntos clave
1. Monarquía vs. Democracia: Gobierno Privado vs. Público
La transformación histórica mundial del antiguo régimen de gobernantes reales o principescos a la nueva era democrático-republicana de gobernantes elegidos popularmente puede caracterizarse también como el paso del modelo austríaco al americano.
Un cambio fundamental. La Primera Guerra Mundial marcó un momento decisivo, completando la transición del gobierno monárquico al republicanismo democrático en el mundo occidental. Antes de 1914, Europa estaba dominada por monarquías; para 1918, la mayoría había desaparecido o quedado como meros símbolos, reemplazadas por repúblicas con sufragio universal. Este cambio no fue solo político, sino que representó una transformación en la naturaleza misma de la propiedad del gobierno.
Privado vs. público. La monarquía se caracteriza por la propiedad privada del gobierno, donde el gobernante posee personalmente el aparato estatal y su territorio, tratándolo como una finca privada que se transmite por herencia. La democracia, en cambio, es propiedad pública del gobierno, donde el Estado se considera propiedad colectiva administrada por cuidadores temporales (funcionarios electos) que no la poseen personalmente. Esta distinción es clave para entender sus diferentes incentivos y resultados.
Conflicto ideológico. El cambio estuvo impulsado por un conflicto ideológico, encarnado especialmente por la monárquica Austria y la republicana América bajo Woodrow Wilson. Wilson defendió hacer del mundo un lugar “seguro para la democracia”, viendo a las monarquías como inherentemente malignas. Este fervor ideológico transformó la Primera Guerra Mundial de una disputa territorial en una guerra total orientada al cambio de régimen, conduciendo al desmantelamiento de imperios y al surgimiento de estados democráticos.
2. La Lógica Económica de la Monarquía: Administración a Largo Plazo
Como propietario privado del gobierno, le conviene extraer —de forma parasitaria— de una economía no gubernamental creciente, cada vez más productiva y próspera, ya que esto aumentaría —siempre y sin esfuerzo alguno de su parte— su propia riqueza y prosperidad.
Incentivos del propietario. Como dueño privado del Estado, el monarca tiene un interés directo en maximizar el valor a largo plazo de su “finca” (el país). Esto fomenta una planificación a largo plazo y una menor preferencia temporal en comparación con un gobernante temporal. Se beneficia directamente de la prosperidad del país y sufre con su declive, motivándolo a actuar como un cuidadoso administrador.
Moderación en la explotación. Aunque el monarca es un monopolista y explota a sus súbditos mediante impuestos, su propiedad privada impone una restricción natural. Una tributación o regulación excesiva dañaría la capacidad productiva de la economía, reduciendo el valor capital de su reino y sus ingresos futuros. Por ello, le conviene mantener la explotación relativamente baja para asegurar una base impositiva creciente.
Privilegio exclusivo. La naturaleza exclusiva de la monarquía, donde solo la familia gobernante se beneficia de los impuestos, fomenta una clara distinción de clases entre gobernantes y gobernados. Esta conciencia de clase entre los súbditos los hace más conscientes y resistentes a aumentos en el poder y la tributación gubernamental, moderando aún más las tendencias explotadoras del monarca.
3. La Lógica Económica de la Democracia: Explotación Cortoplacista
En marcado contraste, un gobernante presidencial no es responsable por las deudas contraídas durante su mandato.
Incentivos del cuidador. A diferencia del monarca, un gobernante democrático (cuidador temporal) no posee el valor capital del Estado, sino solo su uso actual. Esto crea un incentivo para maximizar la ganancia a corto plazo (ingresos y poder presentes), incluso a costa del valor capital a largo plazo. Lo que no consuma o aproveche ahora, puede que nunca lo haga.
Consumo de capital. La propiedad pública, al carecer de precios de mercado para los activos estatales, hace imposible el cálculo económico y conduce al consumo de capital. El gobernante democrático no tiene interés personal en mantener o aumentar el valor a largo plazo del país. ¿Por qué preservar la “finca gubernamental” si su valor incrementado no puede ser cosechado privadamente, pero sí puede obtener ingresos actuales más altos?
Aumento de deuda e inflación. Los gobernantes democráticos están menos limitados para incurrir en deuda porque la responsabilidad recae en futuros gobiernos y contribuyentes, no en ellos personalmente. De igual modo, tienen un mayor incentivo para inflar la oferta monetaria, beneficiándose del aumento inmediato del poder adquisitivo, mientras que la futura depreciación afecta a otros. Esto conduce a mayor deuda e inflación bajo la democracia.
4. Evidencia Histórica: La Democracia Aumenta la Explotación
Con el inicio de la era democrático-republicana, esta tendencia previa [de caída de las tasas de interés] se detuvo y parece haberse invertido, revelando a la Europa y EE. UU. del siglo XX como civilizaciones en declive.
Declive cuantificable. Las predicciones teóricas sobre la tendencia inherente de la democracia a aumentar la explotación se confirman con datos históricos desde la Primera Guerra Mundial.
- Impuestos: El gasto público como porcentaje del PIB subió del 5-15% bajo monarquías a 50% o más bajo democracias.
- Empleo: El empleo público aumentó de no superar el 3% de la fuerza laboral a entre 15 y 20%.
- Dinero: El patrón oro fue reemplazado por dinero fiduciario, provocando inflación y depreciación sin precedentes.
- Deuda: La deuda pública, que los monarcas solían reducir en tiempos de paz, ha crecido continuamente bajo democracias.
Erosión del derecho. La naturaleza del derecho cambió de principios inmutables y descubiertos (derecho privado) a legislación flexible hecha por el gobierno (derecho público). Este cambio, donde los agentes estatales quedaron por encima de la ley, generó una avalancha de regulaciones que afectan todos los aspectos de la vida, creando incertidumbre jurídica y socavando los derechos de propiedad.
Fuerzas decivilizadoras. Estos aumentos en la explotación están vinculados a una creciente preferencia temporal social y a la decivilización, como se analiza en otros puntos. El registro histórico sugiere que la era democrática se ha caracterizado por un aumento sistemático del poder gubernamental y un declive en la seguridad de la propiedad privada.
5. Democracia y el Auge de la Orientación al Presente
Al reducir simultáneamente la oferta de bienes presentes y futuros esperados, las violaciones gubernamentales de derechos de propiedad no solo elevan las tasas de preferencia temporal (con horarios dados), sino también los propios horarios de preferencia temporal.
Impacto en la preferencia temporal. Las violaciones gubernamentales de derechos de propiedad, a diferencia del crimen, son legítimas y continuas. Esta naturaleza institucionalizada impide que las víctimas se defiendan y las obliga a anticipar futuras violaciones. Esto reduce la tasa esperada de retorno sobre acciones productivas y orientadas al futuro, haciendo que todos se vuelvan más orientados al presente.
Difuminación de clases. La democracia borra la distinción entre gobernantes y gobernados, creando la ilusión de autogobierno. Esto debilita la resistencia pública al poder y la explotación estatal. Cualquiera puede potencialmente unirse a la clase gobernante, reduciendo la solidaridad entre los gobernados y su vigilancia contra la expansión estatal.
Indicadores sociales. Este aumento en la orientación al presente se refleja en varios indicadores sociales desde el inicio de la era democrática:
- Tasas de interés: Las tasas mínimas, que habían caído durante siglos, dejaron de hacerlo e incluso subieron.
- Familia: Aumentó la desintegración familiar (divorcio, ilegitimidad, monoparentalidad) y disminuyeron las tasas de natalidad.
- Ahorro: Las tasas de ahorro personal se estancaron o cayeron pese al aumento de ingresos.
- Crimen: Las tasas de criminalidad, especialmente en delitos graves, mostraron una tendencia sistemática al alza.
Decadencia acelerada. La redistribución inherente a la democracia (subsidio de “males”) acelera este proceso, premiando el comportamiento orientado al presente y castigando la orientación al futuro, conduciendo a una decivilización progresiva.
6. La Democracia como Máquina de Redistribución
Un hombre, un voto, combinado con la “entrada libre” al gobierno democrático implica que toda persona y su propiedad personal quedan al alcance y a merced de todos los demás.
Tragedia de los comunes. La democracia crea una “tragedia de los comunes” para la propiedad privada. Con sufragio universal y acceso abierto al gobierno, mayorías de “no poseedores” pueden votar para redistribuir riqueza e ingresos de minorías de “poseedores”. Esto pone en marcha un proceso implacable de expropiación.
Subsidio de “males”. La redistribución, sea cual sea su objetivo, implica tomar de productores/propietarios y dar a no productores/no propietarios. Esto reduce el incentivo a producir y aumenta el incentivo a no producir. Subsidios a condiciones o conductas indeseables las incrementan:
- Subsidios a la pobreza generan más pobreza.
- Subsidios al desempleo generan más desempleo.
- Subsidios a la maternidad soltera aumentan ilegitimidad y divorcio.
- Subsidios a la enfermedad y discapacidad aumentan enfermedad y discapacidad.
- Subsidios a políticos y funcionarios aumentan el despilfarro y parasitismo.
Declive autoacelerado. Este proceso se autoacelera. A medida que más personas dependen de la redistribución, la base tributaria se reduce, exigiendo impuestos más altos a los productores restantes, fortaleciendo el incentivo a dejar de producir, elevando la preferencia temporal y profundizando la decivilización.
7. El Estado: Un Monopolio de Protección, No un Protector
Una agencia de protección financiada con impuestos es una contradicción en términos, pues es un protector de propiedad expropiador que inevitablemente conduce a más impuestos y menos protección.
El mito hobbesiano. La creencia de que el Estado es necesario para la protección es un mito. El Estado se define como un monopolista territorial obligatorio de jurisdicción y tributación. Esta posición monopólica choca inherentemente con el objetivo de proveer protección.
Ineficiencia monopólica. Como cualquier monopolista, el Estado, único proveedor de protección, elevará el precio (impuestos) y reducirá la calidad del servicio. Motivados por el interés propio y el poder de gravar, sus agentes maximizarán el gasto en protección mientras minimizan la protección real brindada.
Perversión de la justicia. El monopolio judicial implica que el Estado es juez supremo en todas las disputas, incluidas las que lo involucran. Esto pervierte la justicia a favor del Estado. La definición de propiedad y derechos se altera continuamente para expandir el poder estatal, no para proteger a los ciudadanos.
Alternativa: seguridad privada. La protección y seguridad son servicios que pueden y deben ser provistos por empresas privadas competitivas. En un mercado libre, agencias de seguros, motivadas por ganancias y pérdidas, ofrecerían protección y arbitraje a clientes voluntarios, logrando costos menores y mayor calidad que cualquier monopolio estatal.
8. Centralización vs. Descentralización: Impacto en la Prosperidad
La integración política implica la expansión territorial del poder estatal de tributación y regulación de la propiedad (expropiación). La integración económica es la extensión de la división del trabajo interpersonal e interregional y la participación en el mercado.
Fenómenos distintos. La centralización política (expansión estatal) y la integración económica (expansión del mercado) son procesos fundamentalmente diferentes y a menudo conflictivos. El poder estatal es parasitario respecto a la producción; su expansión mediante impuestos y regulaciones obstaculiza la actividad de mercado.
La descentralización fomenta el capitalismo. Históricamente, el capitalismo y el crecimiento económico prosperaron más bajo condiciones de descentralización política, como en la Europa medieval con sus ciudades-estado y principados competidores. La competencia entre estados pequeños limitaba su capacidad de gravar y regular excesivamente, pues los súbditos podían “votar con los pies” mudándose a jurisdicciones menos opresivas.
La centralización dificulta la prosperidad. A medida que los estados crecen y los competidores disminuyen, el incentivo para el liberalismo doméstico se reduce. La aproximación a un estado mundial único elimina por completo el control de la emigración, permitiendo la máxima explotación. El auge del estatismo global en el siglo XX bajo la hegemonía estadounidense ha coincidido con mayor poder gubernamental y estancamiento económico.
La secesión como contrafuerza. La secesión, al fragmentar estados grandes en unidades más pequeñas, reintroduce la competencia política y la amenaza de emigración, obligando a los gobiernos a ser más liberales para retener ciudadanos productivos.
9. La Secesión: Una Fuerza Progresiva Contra la Centralización
La secesión aumenta la diversidad étnica, lingüística, religiosa y cultural, mientras que siglos de centralización han extinguido cientos de culturas distintas.
Voto contra el mayoritarismo. La secesión es inherentemente un acto antidemocrático y anti-mayoritario, pues implica que un grupo pequeño se separa de uno mayor. Esto la alinea con el principio de propiedad privada descentralizada, no con el control público centralizado.
Promueve la asociación voluntaria. La secesión reemplaza la integración forzada (impuesta por estados centralizados) con la separación y asociación voluntarias. Esto permite que distintos grupos culturales, étnicos y religiosos convivan pacíficamente eligiendo sus vecinos y reglas, fomentando la cooperación a distancia (libre comercio) en lugar del conflicto por proximidad forzada.
Incentivo para el liberalismo. Los territorios pequeños y secesionados enfrentan mayor presión para adoptar políticas liberales (impuestos bajos, regulación mínima, libre comercio) para atraer y retener residentes y capital productivos, dado que el costo de emigrar es menor en jurisdicciones pequeñas.
Integración monetaria. Una secesión extensa probablemente conduciría al abandono de monedas fiduciarias nacionales y al retorno a un patrón monetario internacional basado en mercancías como el oro, promoviendo una integración y estabilidad monetaria genuinas.
10. Libre Comercio vs. Integración Forzada: La Falacia de la Inmigración
Libre junto con inmigración no significa inmigración por invitación de hogares y empresas individuales, sino invasión no deseada o integración forzada; y la inmigración restringida significa, o al menos puede significar, la protección de hogares y empresas privadas contra invasiones no deseadas e integración forzada.
Falsa analogía. La creencia común de que el libre comercio requiere libre inmigración se basa en una analogía falsa. El libre comercio implica intercambio voluntario de bienes por invitación de propietarios privados. La inmigración, sin embargo, implica movimiento de personas que pueden llegar sin invitación.
La propiedad privada implica exclusión. En una sociedad basada en la propiedad privada, los dueños tienen derecho a excluir a cualquiera de su propiedad. Este derecho es fundamental para la protección y seguridad. La “libre inmigración” bajo un Estado significa que el Estado permite la entrada de personas no invitadas a propiedad pública (calles, parques) y a la proximidad de propietarios privados, lo que es integración forzada.
Decisión estatal vs. privada. Bajo un Estado, la decisión de admitir o excluir inmigrantes recae en el gobierno, no en los propietarios privados. Esto conduce a exclusión forzada (el Estado impide que alguien que un residente quiere invite) o integración forzada (el Estado admite a alguien que ningún residente quiere).
Política coherente. Una política coherente basada en derechos de propiedad privada requiere que tanto bienes como personas sean admitidos solo por invitación de los propietarios privados. Así, el libre comercio es compatible con, y de hecho requiere, inmigración restringida (es decir, inmigración por invitación).
11. El Fracaso Económico Inherente del Socialismo
Como no se le permite aceptar ofertas de particulares que podrían ver un uso alternativo para un medio de producción dado, el cuidador socialista de bienes de capital desconoce cuáles son sus oportunidades perdidas.
Falta de cálculo. El socialismo, definido por la ausencia de propiedad privada de los medios de producción, conduce inevitablemente al empobrecimiento económico. Sin propiedad privada en bienes de capital, no existen precios de mercado para estos factores. Sin precios, el cálculo económico racional (contabilidad de costos) es imposible.
Desajuste y desperdicio. Sin la capacidad de comparar insumos y productos en términos monetarios, los planificadores socialistas no pueden determinar el uso más eficiente de recursos escasos. Esto conduce inevitablemente a desajustes generalizados, desperdicio y derroche de bienes de capital.
Incentivos reducidos. La propiedad colectiva debilita los incentivos individuales para producir, mantener capital e innovar. Las ganancias y pérdidas se socializan, fomentando la pereza y negligencia entre los productores.
Politización. Las decisiones económicas se vuelven políticas, requiriendo mecanismos colectivos. El éxito depende de maniobras políticas (persuasión, demagogia, intriga) en lugar de satisfacer necesidades del consumidor, dificultando aún más la productividad.
12. El Futuro de la Libertad: Más Allá del Liberalismo hacia la Anarquía de la Propiedad Privada
La anarquía de la propiedad privada es simplemente el liberalismo coherente; el liberalismo llevado a su conclusión última, o el liberalismo restaurado a su intención original.
El defecto fatal del liberalismo. La aceptación del Estado, incluso limitado, fue el error fundamental del liberalismo clásico. La naturaleza inherente del Estado como monopolio obligatorio con poder tributario es incompatible con la protección de la libertad y la propiedad.
Del Estado mínimo al Estado máximo. Un Estado mínimo tiende inevitablemente a convertirse en Estado máximo. El monopolio judicial pervierte la justicia; el poder tributario aumenta la explotación
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Reseñas
Democracia: El dios que fracasó recibe opiniones encontradas. Muchos elogian la crítica de Hoppe a la democracia y sus argumentos a favor de la monarquía y el anarcocapitalismo, considerándolos provocadores y bien fundamentados. Sin embargo, los críticos sostienen que sus ideas son erróneas, poco prácticas y potencialmente peligrosas. Algunos valoran su pensamiento poco convencional, mientras que otros encuentran ofensivas sus posturas sobre raza y cultura. El estilo de escritura del libro es señalado por ser repetitivo y denso. En conjunto, los lectores lo perciben como una obra controvertida pero intelectualmente estimulante que desafía el pensamiento político tradicional.