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Islam

Islam

A Short History
por Karen Armstrong 2000 230 páginas
4.04
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Puntos clave

1. El Profeta Mahoma y la Fundación de la Ummah

La justicia social fue, por tanto, la virtud crucial del Islam.

Una visión transformadora. En la Arabia del siglo VII, Mahoma recibió revelaciones que conformaron el Corán, dirigidas a la crisis social en La Meca, donde los valores tribales tradicionales de cuidado hacia los débiles se erosionaban debido a la riqueza mercantil. Su mensaje no era una nueva doctrina sobre Dios, sino un llamado a los árabes para que regresaran a la fe primordial de Abraham, enfatizando la justicia, la equidad y la compasión hacia todos los miembros de la sociedad. El Corán insistía en compartir la riqueza y crear una comunidad (ummah) basada en la sumisión (islam) a la voluntad de Dios, no en lazos de sangre.

Construyendo una nueva comunidad. Ante la persecución en La Meca, Mahoma y sus seguidores emigraron a Yathrib (Medina) en el año 622 d.C. (la Hégira), marcando el inicio de la era musulmana. Allí, Mahoma estableció una "supertribu" revolucionaria unida por una ideología compartida, no por parentesco, uniendo facciones previamente enfrentadas, incluidos musulmanes, paganos y judíos, bajo un solo pacto. La mezquita sirvió como centro comunitario para todos los aspectos de la vida, reflejando el ideal islámico de integrar lo sagrado y lo profano, buscando el tawhid (unidad) en la sociedad.

Paz a través de la lucha. La comunidad medinense enfrentó amenazas existenciales desde La Meca y disensiones internas. El liderazgo de Mahoma, incluyendo acciones militares estratégicas como la Batalla de Badr y la Batalla del Foso, aseguró la supervivencia de la ummah. Su eventual toma pacífica de La Meca en 630 d.C., la purificación de la Kaaba e integración de ritos paganos en el hajj, culminaron en la unificación de Arabia bajo el Islam, poniendo fin a siglos de guerras tribales y estableciendo la paz.

2. Los Califas Rashidun y la Conquista Rápida

Donde los cristianos discernían la mano de Dios en aparentes fracasos y derrotas, cuando Jesús murió en la cruz, los musulmanes experimentaban el éxito político como sacramental y como revelación de la presencia divina en sus vidas.

Sucesión y unidad. Tras la muerte de Mahoma en 632 d.C., la naciente ummah enfrentó el desafío del liderazgo. Abu Bakr fue elegido primer califa (sucesor), priorizando la unidad de la comunidad frente a las revueltas tribales (guerras de apostasía). Su éxito consolidó la idea de una única entidad política musulmana, aunque los debates sobre la sucesión, especialmente las reclamaciones de Alí, sembraron las semillas de futuras divisiones.

Expansión explosiva. Bajo el segundo califa, Umar ibn al-Jattab, la necesidad de canalizar las energías de los árabes y mantener la unidad de la ummah llevó a campañas contra los imperios bizantino y sasánida. Estas incursiones pragmáticas (ghazu), no guerras religiosas de conversión, resultaron en victorias asombrosas, conquistando Siria, Palestina, Egipto y Persia en dos décadas. Esta rápida expansión fue facilitada por el agotamiento de ambos imperios y poblaciones locales alienadas por sus gobernantes.

Un nuevo orden mundial. Las conquistas crearon un vasto imperio, visto por los musulmanes como signo del favor divino y validación de la promesa coránica de prosperidad para una sociedad justa. Umar estableció ciudades fortificadas (amsar) para alojar a los soldados árabes, manteniéndolos separados de las poblaciones conquistadas y preservando su identidad árabe. Los no musulmanes (dhimmis) fueron protegidos, gozaron de libertad religiosa y pagaron un impuesto especial, reflejando el respeto coránico por los "Pueblos del Libro" y la tradición árabe de proteger a sus clientes.

3. La Primera Guerra Civil (Fitnah) y sus Divisiones Duraderas

El asesinato del hombre que había sido el primer converso masculino al Islam y pariente más cercano del Profeta fue visto justamente como un hecho vergonzoso, que planteó graves dudas sobre la integridad moral de la ummah.

Crisis de liderazgo. El asesinato del tercer califa, Uthman, en 656 d.C. por soldados descontentos, sumió a la ummah en su primera gran guerra civil (fitnah), un período de profunda tentación y prueba. Alí ibn Abi Talib fue proclamado califa, pero su incapacidad para castigar a los asesinos de Uthman alejó a facciones poderosas, incluyendo a Aisha y la familia omeya liderada por Muawiya.

Conflicto y compromiso. El conflicto escaló, dando lugar a batallas como la del Camello y la inconclusa de Siffin. Los intentos de arbitraje fracasaron, profundizando la división. Muawiya, con base en Siria, desafió la autoridad de Alí, lo que llevó finalmente al asesinato de Alí por un extremista jariyí en 661 d.C. Su hijo Hasan reclamó brevemente el califato, pero lo cedió a Muawiya para preservar la paz.

Semillas del sectarismo. La fitnah fue devastadora, evidenciando la fragilidad de la unidad de la ummah. Surgieron facciones distintas:

  • Chiíes de Alí (Partidarios de Alí): Creían que el liderazgo correspondía a los descendientes de Alí, quienes heredaban una autoridad espiritual especial (ilm).
  • Jariyíes (Separatistas): Sostenían que el califa debía ser el musulmán más piadoso, condenando tanto a Alí como a Muawiya por injusticias percibidas.
  • Sunníes: Buscaban la unidad y aceptaron el gobierno de Muawiya por el bien de la paz, desarrollando luego el concepto de seguir la sunnah (práctica habitual) del Profeta preservada por la comunidad.
    Este período se convirtió en un relato fundamental para entender la justicia, la autoridad y el estado moral de la comunidad.

4. Los Omeyas: Centralización y Segunda Fitnah

Abd al-Malik (685-705) logró reafirmar el dominio omeya, y los últimos doce años de su reinado fueron pacíficos y prósperos.

Restaurando el orden. Muawiya estableció la dinastía omeya con capital en Damasco, trayendo estabilidad tras la primera fitnah. Gobernó como un jefe árabe, manteniendo la segregación de los musulmanes árabes en ciudades fortificadas y desalentando la conversión para preservar el estatus de élite y la base tributaria. El imperio continuó expandiéndose, alcanzando el norte de África y partes de Asia Central.

Luchas dinásticas. La decisión de Muawiya de nombrar a su hijo Yazid I como sucesor desató la segunda fitnah (680-692). Este período vio la trágica muerte de Husáin, hijo de Alí, en Kerbala, evento crucial para los chiíes. Abdallah ibn al-Zubayr lideró una revuelta en el Hijaz, desafiando la legitimidad omeya y abogando por un retorno a los ideales de la primera ummah.

Consolidación e identidad. Abd al-Malik finalmente sofocó las revueltas, centralizando el imperio y afirmando una identidad islámica distintiva. El árabe se convirtió en lengua oficial, se introdujo la moneda islámica y se construyó la Cúpula de la Roca en Jerusalén como símbolo poderoso de la presencia y supremacía del Islam. Aunque los omeyas aportaron estabilidad política y eficiencia administrativa, su gobierno cada vez más autocrático y mundano generó descontento entre los musulmanes piadosos que anhelaban una sociedad más auténticamente islámica.

5. El Auge de la Piedad Islámica y la Ley Religiosa (Sharia)

La salud política de la ummah fue, por tanto, central para la piedad emergente del Islam.

Cuestionando el Estado. Las guerras civiles y las deficiencias percibidas del Estado omeya impulsaron un movimiento religioso. Musulmanes preocupados, incluidos recitadores del Corán y ascetas, debatían qué significaba realmente ser musulmán y cómo la sociedad debía reflejar la voluntad de Dios. Este fermento intelectual, enraizado en la insatisfacción política, desempeñó un papel similar a los debates cristológicos en el cristianismo, moldeando conceptos islámicos fundamentales.

Desarrollo de la jurisprudencia. Los juristas (faqihs) comenzaron a sistematizar la ley islámica (fiqh) para guiar a los musulmanes en vivir según los principios coránicos. Ante la escasez de legislación explícita en el Corán, recopilaron relatos (ahadith) sobre la vida del Profeta y se apoyaron en la práctica habitual (sunnah) de las primeras comunidades musulmanas. Eruditos como Abu Hanifah y luego al-Shafi’i desarrollaron metodologías para el razonamiento legal (ijtihad, qiyas) y establecieron escuelas jurídicas (madhhabs).

Surge una contracultura. La Sharia, como se conoció al cuerpo de la ley islámica, se convirtió en algo más que un sistema legal; fue un intento de construir una contracultura basada en los ideales igualitarios y justos del Corán, criticando implícitamente la corte aristocrática omeya. Al imitar la sunnah del Profeta en la vida diaria, los musulmanes buscaban interiorizar su perfecta entrega a Dios, haciendo de la Sharia un camino hacia la espiritualidad interior y un medio para experimentar la presencia divina en acciones cotidianas.

6. El Imperio Abasí: Autocracia y Cenit Cultural

Para la época del califa Harún al-Rashid (786-809), la transformación estaba completa.

Cambio de poder. Los abasíes, aprovechando el descontento generalizado con los omeyas, especialmente entre conversos no árabes (mawalis) y algunos chiíes, tomaron el poder en 750 d.C. A pesar del apoyo inicial chií, establecieron rápidamente una monarquía absoluta, trasladando la capital a Bagdad, modelo de tradiciones imperiales persas, y distanciándose del ethos igualitario de la primera ummah.

Esplendor imperial y tensiones. La corte abasí, especialmente bajo Harún al-Rashid, alcanzó un pico de lujo y logros culturales, fomentando un renacimiento en ciencia, filosofía (Falsafah) y artes, tomando como base el saber helenístico y persa. Sin embargo, este estilo autocrático, con el califa como "Sombra de Dios en la tierra", chocaba con los ideales islámicos y alejaba a los piadosos. El movimiento religioso, especialmente los ahl al-hadith, creció en influencia, enfatizando la tradición y criticando la mundanidad de la corte.

Consolidación del Islam suní. Aunque el califato se volvió cada vez más secular en la práctica, los abasíes patrocinaron a los ulemas y el desarrollo de la Sharia, que se convirtió en la ley que regía la vida de los musulmanes comunes. Este período vio la formalización de las cuatro escuelas jurídicas suníes y la aparición del ash’arismo como escuela teológica dominante, reconciliando racionalismo y tradición. El declive político del califato desde mediados del siglo IX coincidió con la consolidación del Islam suní como fe mayoritaria, enfatizando la unidad comunitaria sobre la disidencia política.

7. El Islam Esotérico: Chiismo, Filosofía (Falsafah) y Misticismo (Sufismo)

Los esotéricos no consideraban sus ideas como heréticas.

Más allá de la superficie. Junto al Islam suní dominante, surgieron varios movimientos esotéricos, que atraían a élites intelectuales o místicas en busca de significados más profundos en la fe. Estos grupos a menudo practicaban el secreto (taqiyyah) debido a persecuciones políticas o a la creencia de que sus conocimientos no eran para las masas. Adherían a las prácticas centrales del Islam, pero las interpretaban desde perspectivas distintas.

Diversos caminos hacia la verdad.

  • Chiismo: Tras la tragedia de Kerbala, el chiismo duodecimano, guiado por los imames (descendientes de Alí), desarrolló un enfoque místico en el significado oculto (batin) del Corán y el concepto del Imán Oculto, que regresaría como Mahdi. Los ismailíes (septenarios) también buscaron conocimiento esotérico, pero fueron políticamente activos, estableciendo califatos rivales.
  • Falsafah: Filósofos musulmanes (faylasufs) integraron el racionalismo griego con el Islam, viendo la razón como camino hacia la verdad divina y la religión revelada como expresión simbólica de conceptos filosóficos accesibles a las masas. Figuras como al-Kindi, al-Farabi e Ibn Sina intentaron reconciliar fe y razón.
  • Sufismo: El misticismo islámico buscó la experiencia directa de Dios mediante el ascetismo, la contemplación y prácticas como el dhikr. Originado como reacción contra la mundanidad, el sufismo aspiraba a reproducir el estado interior de entrega del Profeta, enfatizando el amor y el potencial humano para experimentar la presencia divina. Figuras tempranas como Rabia y al-Bistami exploraron estados extáticos, mientras Junayd de Bagdad promovió un camino más "sobrio".

Enriqueciendo la tradición. Estas escuelas esotéricas, aunque a veces vistas con recelo por los ulemas, enriquecieron el pensamiento y la espiritualidad islámica. Exploraron dimensiones de la fe más allá de los debates legales y teológicos, contribuyendo a una comprensión más profunda y multifacética de Dios, el Corán y la condición humana, demostrando la capacidad del Islam para la adaptación creativa.

8. Descentralización y un Nuevo Orden Islámico (935-1258)

Parece que una vez que el califato fue —a todos los efectos prácticos— abandonado, el Islam cobró una nueva vida.

Fin de la autoridad central. Para el siglo X, el califato abasí había perdido el control político efectivo, con diversas dinastías regionales y comandantes militares (amires) estableciendo estados independientes en el vasto mundo islámico. Aunque el califa seguía siendo una figura simbólica, el poder real se fragmentó, generando inestabilidad política y fronteras cambiantes.

Florecimiento de culturas regionales. Paradójicamente, esta descentralización política coincidió con un florecimiento cultural y religioso. En lugar de un solo centro, surgieron múltiples capitales vibrantes (El Cairo, Córdoba, Samarcanda), fomentando la creatividad intelectual y artística. La filosofía, la literatura y la ciencia prosperaron en estas cortes, a menudo mezclando el pensamiento islámico con tradiciones locales.

El auge de los ulemas y el sufismo. Ante la ausencia de un gobierno central fuerte, los ulemas y maestros sufíes se volvieron cruciales para proporcionar cohesión e identidad. El desarrollo de madrasas estandarizó la educación religiosa y otorgó a los ulemas una base de poder distinta, permitiéndoles administrar la Sharia a nivel local. El sufismo se transformó en un movimiento popular masivo, con tariqas (órdenes) que ofrecían guía espiritual y redes sociales en diversas regiones, profundizando la piedad de los musulmanes comunes y creando una cultura islámica compartida e internacional, independiente de los efímeros estados.

9. La Catástrofe Mongola y su Transformación Posterior

Por terrible que fuera la plaga mongola, los gobernantes mongoles fascinaban a sus súbditos musulmanes.

Destrucción sin precedentes. En el siglo XIII, las invasiones mongolas bajo Gengis Kan y Hulagu devastaron el corazón del mundo islámico, destruyendo ciudades como Bujará y Bagdad (fin del califato abasí en 1258), masacrando poblaciones y desarticulando centros políticos y culturales establecidos. Fue un choque traumático, visto por muchos como el fin del mundo conocido.

Adaptación y conversión. A pesar de la brutalidad inicial, los imperios mongoles se estabilizaron. A diferencia de invasores anteriores, no trajeron espiritualidad rival, sino que fueron tolerantes con todas las religiones. A finales del siglo XIII y comienzos del XIV, los gobernantes mongoles en Persia, Asia Central y la Horda de Oro se convirtieron al Islam, convirtiéndose en las nuevas potencias musulmanas dominantes.

Influencia duradera y nuevas direcciones. Los estados mongoles, organizados militarmente y centrados en el poder dinástico (código Yasa), representaron una continuación de la militarización vista en los últimos abasíes y selyúcidas, pero con mayor intensidad. Esta era vio:

  • El cierre formal de las "puertas del ijtihad" en el Islam suní, enfatizando la conformidad con fallos legales pasados.
  • Una reacción conservadora entre algunos ulemas, desconfiados de la influencia extranjera.
  • Una respuesta mística profunda, ejemplificada por Jalal al-Din Rumi, cuya poesía sufí expresaba el desarraigo cósmico y el potencial espiritual ilimitado, ayudando a los musulmanes a procesar el trauma y encontrar nuevo sentido.
  • El surgimiento de reformadores como Ibn Taymiyyah, que abogaron por un retorno a los fundamentos y desafiaron normas legales y teológicas establecidas.

10. Los Imperios de la Pólvora: Safávidas, Mogoles, Otomanos

Tres grandes imperios islámicos surgieron a finales del siglo XV y principios del XVI: el Imperio Safávida en Irán, el Imperio Mogol en India

Última actualización:

Reseñas

4.04 de 5
Promedio de 10.8K calificaciones de Goodreads y Amazon.

Islam: Una breve historia ha recibido opiniones encontradas. Muchos elogian la escritura accesible de Armstrong y su perspectiva equilibrada sobre la historia islámica. Sin embargo, algunos críticos consideran que adopta un tono demasiado apologético y simplifica en exceso cuestiones complejas. Los lectores valoran el resumen conciso que ofrece, aunque algunos opinan que carece de profundidad. El libro es reconocido por abordar los malentendidos occidentales sobre el Islam, aunque ciertos lectores perciben un sesgo favorable hacia la religión. En conjunto, se considera una buena introducción al Islam para quienes no son musulmanes, aunque con limitaciones derivadas de su brevedad y posibles parcialidades.

Your rating:
4.6
22 calificaciones

Sobre el autor

Karen Armstrong es una autora británica especializada en religión comparada. Fue monja católica, pero con el tiempo pasó de un cristianismo conservador a uno más liberal. Estudió inglés en Oxford y abandonó el convento en 1969. Su trabajo destaca las similitudes entre las grandes religiones, especialmente la compasión y la Regla de Oro. En 2008, recibió el Premio TED, que utilizó para crear la Carta por la Compasión. La experiencia de Armstrong en la vida religiosa y su formación académica nutren sus escritos, cuyo objetivo es fomentar el entendimiento entre distintas creencias. Su paso de monja a estudiosa le otorga una perspectiva única sobre temas religiosos.

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