Puntos clave
1. El primer Dr. Lerner: Paternalismo y devoción al paciente
Ser médico, creía él, significaba conocer hasta el último detalle de la historia médica y la vida de sus pacientes.
Un producto de su época. Phillip I. Lerner, nacido en 1932 en una familia judía de clase trabajadora en Cleveland, eligió la medicina en parte como camino hacia la clase media y en parte por un sentimiento de gratitud por haber escapado al destino de los judíos europeos. Su formación en Western Reserve enfatizaba un enfoque humanista y centrado en el paciente, reforzado por mentores como Louis Weinstein y el legado de William Osler.
Dedicación absoluta. El Dr. Lerner practicaba una medicina intensa y absorbente. Estaba profundamente entregado a sus pacientes, a menudo haciendo un esfuerzo extra para comprender sus vidas, no solo sus enfermedades. Esto incluía:
- Pasar horas escribiendo detallados artículos científicos sobre casos.
- Mantener relaciones intensas con pacientes y familias.
- Realizar visitas domiciliarias y atender pacientes los fines de semana.
- Realizar personalmente pruebas de laboratorio como tinciones de Gram.
El médico sabe mejor. Enraizado en las normas de su tiempo, su enfoque era profundamente paternalista. Creía que su extensa formación y dedicación le otorgaban el derecho a tomar decisiones que consideraba en el mejor interés del paciente, incluso si eso implicaba ocultar información o anular a otros.
2. La edad de oro de la medicina y el triunfo científico
A excepción de la cirugía, pocas intervenciones médicas podían mejorar tan drásticamente la condición de un paciente con una enfermedad grave.
Era de avances. El Dr. Lerner ingresó a la medicina durante una "edad de oro", siendo testigo de curas milagrosas gracias a nuevos antibióticos y tecnologías médicas. Esto fomentó un enorme optimismo y la creencia en el poder de la investigación científica.
Pionero en enfermedades infecciosas. Especializado en enfermedades infecciosas, estuvo a la vanguardia en la aplicación de hallazgos científicos al cuidado del paciente. Su trabajo, especialmente en endocarditis, demostró el impacto dramático de los antibióticos en condiciones antes fatales.
Valoración del juicio clínico. Aunque la investigación era crucial, la época también valoraba mucho el juicio clínico y la experiencia. Médicos como el Dr. Lerner y su mentor, Louis Weinstein, podían hacer diagnósticos que salvaban vidas basándose en signos sutiles y un profundo conocimiento personal de las enfermedades y los pacientes.
3. La enfermedad toca el hogar: un punto de inflexión para padre e hijo
Ese año, 1977, fue un año muy malo.
Un golpe doble. La muerte inesperada de su padre, Meyer, por una embolia pulmonar tras una cirugía rutinaria, seguida dos meses después por el diagnóstico de cáncer de mama de su esposa (la madre del autor), impactaron profundamente al Dr. Lerner. Estos eventos quebraron su sentido de control sobre los resultados médicos.
Comienza la desilusión. Ser testigo de la muerte prevenible de su padre y del sufrimiento de su esposa a pesar del tratamiento agresivo generó en él un creciente sentimiento de impotencia y desencanto con la medicina. Sus diarios revelan este cambio, cuestionando los límites de la intervención y la aleatoriedad de la enfermedad.
Formando a la siguiente generación. Paradójicamente, estos mismos eventos, especialmente la enfermedad de su madre y la reacción de su padre, despertaron el interés del autor por la medicina. Vio de primera mano el impacto humano de la enfermedad y el potencial de un médico para marcar la diferencia, incluso en medio de la tragedia.
4. El segundo Dr. Lerner: entrando a la medicina con la bioética en mente
Así fue como expresé por primera vez mis temores de que mi madre iba a morir en una sala de entrevistas en Columbia.
Una motivación diferente. A diferencia de su padre, el autor eligió la medicina no por necesidad económica ni culpa de sobreviviente, sino por el deseo de ayudar a otros, influenciado por el ejemplo ético de sus padres. Su interés en la historia y las humanidades moldeó su perspectiva.
Introducción a la bioética. En Columbia, se encontró con el campo incipiente de la bioética, surgido en respuesta a escándalos médicos y activismo de pacientes. Los cursos abordaban temas como:
- La verdad a los pacientes con cáncer.
- La asignación de recursos escasos (por ejemplo, diálisis).
- La experimentación humana sin consentimiento (Tuskegee, Willowbrook).
- El movimiento por el "derecho a morir".
Cuestionando la autoridad. Esta formación le inculcó una perspectiva crítica sobre el paternalismo histórico de la profesión médica y una fuerte creencia en la autonomía del paciente y el consentimiento informado, preparando el terreno para futuros desacuerdos con su padre.
5. Formación en un mundo cambiante: agotamiento y dilemas éticos
"No importa si estás durmiendo la siesta, a punto de ser operado o lo que sea," escribí. "Serás expuesto y examinado cada vez que un grupo de batas blancas se congregue a tu lado."
Los rigores de la formación. La escuela de medicina y la residencia fueron períodos intensos y exigentes, marcados por largas horas y agotamiento. Este ambiente, aunque fomentaba habilidades clínicas, también presentaba desafíos éticos, como:
- Equilibrar la dignidad del paciente con la necesidad de que los estudiantes aprendieran procedimientos.
- Ser testigo de lenguaje o actitudes deshumanizantes hacia los pacientes (por ejemplo, "GOMERs").
- La presión por priorizar la eficiencia sobre la interacción con el paciente.
Impacto de la fatiga. La carga constante de trabajo y la privación de sueño dificultaban mantener un enfoque humanista y reflexionar sobre cuestiones éticas en tiempo real. El autor luchaba por equilibrar su deseo de atención centrada en el paciente con las exigencias de la formación.
Aparición de nuevas enfermedades. La epidemia de SIDA y el resurgimiento de la tuberculosis durante su formación evidenciaron la naturaleza impredecible de las enfermedades infecciosas y pusieron a prueba los límites del conocimiento médico y la compasión, especialmente en cuidados intensivos.
6. Choque de épocas: paternalismo versus autonomía del paciente
"¡No puedes hacer eso!" exclamó el hijo, horrorizado.
Diferentes marcos éticos. La formación del autor en bioética, que enfatizaba la autonomía del paciente y la transparencia, chocaba directamente con el paternalismo arraigado de su padre, donde el juicio benevolente del médico era supremo. Esto generó tensiones significativas.
Acciones controvertidas. La disposición del Dr. Lerner a tomar el control, como obstruir físicamente la reanimación cardiopulmonar en un paciente moribundo sin orden de no resucitar, ejemplificaba el modelo antiguo. Él lo veía como un acto misericordioso basado en su conocimiento clínico y el sufrimiento del paciente.
Perspectiva del hijo. El autor, fundamentado en normas éticas modernas, se horrorizaba ante tales acciones, considerándolas una violación flagrante de los derechos del paciente y del protocolo hospitalario. Sus debates reflejaban el cambio generacional en la ética médica.
7. El debate sobre la futilidad: cuando los médicos creen saber lo mejor
"Sé en mi corazón," declaró sin tapujos, "cuándo ciertos pacientes están listos para partir."
Cuestionando la atención agresiva. A medida que el Dr. Lerner atendía a más pacientes terminales, se convirtió en un ferviente defensor contra lo que consideraba el uso inapropiado de la tecnología para prolongar el sufrimiento. Creía que los médicos no estaban obligados a brindar cuidados "fútiles" que no ofrecieran un beneficio significativo.
Desafío a la autonomía. Esta postura lo enfrentó con el creciente énfasis en la autonomía del paciente y la familia, especialmente en decisiones al final de la vida como la reanimación y la alimentación por sonda. Sentía que a veces se tomaban decisiones médicamente irracionales.
"Un acto criminal". Consideraba que intentar resucitar a pacientes terminales sin directivas claras era "criminal", pues les robaba la dignidad. Sus acciones, como la obstrucción de la reanimación, se basaban en la convicción de que sabía lo "correcto" según su experiencia y la condición del paciente.
8. Cuidar a la familia: un rol médico profundamente conflictivo
"Así, ambas madres se libraron del sufrimiento al final de sus vidas porque sus ‘hijos’ eran médicos que ‘actuaron’."
Límites difusos. El Dr. Lerner asumió cada vez más el papel de médico principal para familiares ancianos, incluidas sus abuelas. Aunque brindaba una atención excelente y personalizada, esto violaba las pautas éticas modernas que desaconsejan tratar a familiares por posibles conflictos de interés y falta de objetividad.
Orquestando la muerte. Su implicación fue más evidente al final de la vida de sus parientes. Creyendo conocer sus deseos y considerando inaceptable el sufrimiento prolongado, a veces tomó medidas para acelerar la muerte, como asegurar medicación para el dolor en dosis que podían suprimir la respiración.
Deber filial y poder médico. Estas acciones respondían a una mezcla compleja de amor, deseo de evitar el sufrimiento y sentido de obligación de usar sus habilidades médicas para "devolver" a su familia. Veía su capacidad de "actuar" como una expresión poderosa, aunque controvertida, de cuidado.
9. Creciente desilusión con la burocracia de la medicina moderna
"Mis actividades diarias en el hospital ya se inclinan drásticamente hacia documentar en lugar de hacer," escribió mi padre en 1992.
Pérdida de autonomía. Los últimos años de la carrera del Dr. Lerner estuvieron marcados por una profunda insatisfacción debido a los cambios sistémicos en la medicina. La atención administrada, el aumento del papeleo y las exigencias de las aseguradoras erosionaron la autonomía del médico e interfirieron con el cuidado del paciente.
Enfoque en métricas más que en pacientes. Criticaba el giro hacia la "medicina de libro de recetas", donde los protocolos y la documentación parecían eclipsar el juicio clínico y el conocimiento personal del paciente. Lo veía como una amenaza al arte y la integridad de la medicina.
Declive de las habilidades prácticas. La reducción de que los médicos realizaran sus propias pruebas de laboratorio y la disminución de las horas de trabajo de los residentes fueron vistas como un debilitamiento adicional de la base profunda y envolvente de conocimiento que él consideraba esencial para una buena práctica médica.
10. Reduciendo el ritmo: Parkinson y el fin de una carrera médica
"Hay signos definitivos de parkinsonismo," escribió el médico.
El declive inevitable. Los síntomas de la enfermedad de Parkinson comenzaron sutilmente, con cambios en la caligrafía y el equilibrio, antes de avanzar. Este diagnóstico marcó el inicio del fin de su carrera médica activa.
Un último esfuerzo. A pesar de su salud deteriorada, logró publicar un último artículo en el New England Journal of Medicine, una pieza histórica que celebraba a un médico que rompió reglas por el beneficio de un paciente, sirviendo como epitafio de su propio enfoque de la medicina.
Convirtiéndose en paciente. A medida que la enfermedad avanzaba, el Dr. Lerner se convirtió en el tipo de paciente que tantas veces había atendido: anciano, con enfermedades crónicas y finalmente necesitando cuidados en un hogar de ancianos. Esto reflejaba la trayectoria de sus propios "tres ángeles."
11. Reconciliando dos mundos: lo que se ganó y lo que se perdió
Mucho se ha ganado durante mi tiempo como médico, pero también mucho se ha perdido.
Una división generacional. El libro narra la vasta transformación de la medicina en una generación, desde la edad de oro paternalista hasta la era de la autonomía del paciente, la tecnología y la burocracia. Padre e hijo encarnaron estos mundos distintos.
Humanismo perdurable. A pesar de sus enfoques diferentes y los cambios sistémicos, ambos valoraban los aspectos humanistas de la medicina. El autor, aunque abrazando la ética moderna, llegó a apreciar la profunda devoción al paciente y la intuición clínica de su padre.
Lecciones para el futuro. La narrativa invita a reflexionar sobre el médico ideal: ¿es el paternalista todopoderoso y dedicado, el colaborador basado en evidencia o algo intermedio? El autor sugiere que, aunque los derechos del paciente son cruciales, la experiencia, compasión y la voluntad del médico de conocer verdaderamente al paciente siguen siendo centrales para una buena atención.
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Reseñas
El Buen Doctor ha recibido en su mayoría críticas positivas, destacándose por su profunda exploración de la ética médica y la evolución de la relación entre médico y paciente. Muchos lectores valoran la comparación entre el padre y el hijo, ambos médicos, como una perspectiva reveladora, aunque algunos consideran que los elementos biográficos opacan las discusiones éticas. Se aprecia especialmente el enfoque equilibrado del libro sobre la atención paternalista frente a la centrada en el paciente, en particular en lo que respecta a las decisiones al final de la vida. Mientras que algunos lo encuentran seco o excesivamente detallado, otros elogian su contenido que invita a la reflexión y su perspectiva personal sobre los cambios en la práctica médica a lo largo de las generaciones.