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The Right Side of History

The Right Side of History

How Reason and Moral Purpose Made the West Great
por Ben Shapiro 2019 277 páginas
3.87
8.8K calificaciones
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Puntos clave

1. El éxito de la civilización occidental descansa en fundamentos judeocristianos y griegos.

Esas dos ideas gemelas —esas joyas de genio espiritual— construyeron nuestra civilización y nos formaron como individuos.

Prosperidad sin precedentes. Durante la mayor parte de la historia humana, la vida fue “brutal, corta y miserable”, marcada por la pobreza, la enfermedad y la violencia. Hoy, miles de millones viven vidas más largas, saludables y libres que nunca, con acceso a tecnología, confort y oportunidades inimaginables para nuestros antepasados. Esta mejora dramática no es casual, sino el fruto de una civilización única.

El mejor mundo jamás visto. Vivimos en el mejor mundo que ha existido, caracterizado por la disminución de la mortalidad, el aumento de la riqueza y la expansión de las libertades. Aunque no es perfecto, este panorama contrasta radicalmente con las duras condiciones que prevalecieron durante decenas de miles de años. La pregunta es cómo ocurrió esto y por qué parece que estamos decididos a desmantelarlo.

Fundamentos olvidados. Este éxito sin precedentes se asienta sobre profundas bases filosóficas y religiosas que estamos olvidando rápidamente. Las ideas centrales que permitieron este florecimiento nacieron en la antigua Jerusalén y Atenas, y ofrecieron el marco para los valores, la razón, la ciencia y los derechos humanos. Abandonar estas raíces pone en peligro la misma civilización que crearon.

2. La verdadera felicidad requiere propósito y capacidad, tanto individual como comunitaria.

La felicidad, entonces, comprende cuatro elementos: propósito moral individual, capacidad individual, propósito moral colectivo y capacidad colectiva.

Más allá del placer. La felicidad no es solo placer pasajero ni evitar el dolor. La felicidad duradera nace de vivir con un propósito moral, cultivando alma y mente. Esta búsqueda exige condiciones específicas para ser posible.

Cuatro elementos cruciales. Para que individuos y sociedades alcancen la felicidad, son necesarios cuatro elementos:

  • Propósito moral individual: un sentido de significado y deber que trasciende al yo.
  • Capacidad individual: la creencia y habilidad para perseguir ese propósito eficazmente.
  • Propósito moral colectivo: una visión compartida del bien dentro de una comunidad.
  • Capacidad colectiva: las estructuras sociales y gubernamentales que permiten la búsqueda conjunta de metas.

Un equilibrio delicado. Una civilización exitosa requiere un balance cuidadoso de estos cuatro elementos. La ausencia de cualquiera hace imposible la búsqueda de la felicidad y conduce al colapso social. Nuestra sociedad se construyó reconociendo y equilibrando estas necesidades.

3. Jerusalén proporcionó sentido divino, normas morales y valor individual.

Este es el Dios judío y cristiano. Esta es la civilización judeocristiana. Esta es la base de la cultura y civilización más grande en la historia mundial: Occidente, la fuerza más poderosa para la prosperidad material y la libertad en el planeta.

Un Dios moral y unificado. Antes del judaísmo, las religiones eran mayormente politeístas, reflejando un universo caótico y arbitrario. El judaísmo introdujo un Dios único y unificado con un plan maestro y reglas predecibles, estableciendo la idea de un universo moral donde el pecado tiene consecuencias y Dios se relaciona con el hombre.

El hombre hecho a imagen de Dios. De manera crucial, el judaísmo declaró que todos los seres humanos están hechos a imagen de Dios, otorgando a cada individuo un valor inherente y libre albedrío. Esto fue un cambio radical frente al paganismo, donde solo reyes o potentados tenían estatus divino. Este concepto de dignidad individual es la base de los derechos occidentales.

La historia tiene propósito. A diferencia de las visiones cíclicas paganas, el judaísmo presentó la historia como una progresión lineal con un fin, avanzando hacia una era mesiánica. Dios está íntimamente involucrado en la historia, eligiendo individuos y naciones para difundir Su mensaje y ser “luz para las naciones”. Esta creencia en el progreso impulsa la civilización occidental.

4. Atenas aportó la razón, la ley natural, la ciencia y la base para la autogobernanza.

Atenas nos enseña de lo que somos capaces como seres humanos. Atenas nos enseña que tenemos la capacidad de usar la razón para ir más allá de nosotros mismos.

Propósito en la naturaleza. La filosofía griega, especialmente Platón y Aristóteles, introdujo el concepto de telos —que todo en la creación está dirigido hacia un fin o propósito. La virtud, en esta visión, significa cumplir ese propósito, que para el ser humano es razonar, juzgar y deliberar. Esto ofreció un marco para descubrir sentido a través del mundo natural.

El nacimiento de la ciencia. La creencia griega de que el universo opera según reglas discernibles, junto con el imperativo de investigar la naturaleza para entender su propósito, sentó las bases de la ciencia. Filósofos como Pitágoras, Platón y Aristóteles defendieron el uso de la razón y la observación empírica para descubrir la lógica subyacente del universo.

Gobierno basado en la razón. Los pensadores griegos aplicaron la razón a la gobernanza, desarrollando sistemas éticos ligados a la ciudadanía y la polis. Mientras Platón imaginaba reyes filósofos, Aristóteles prefería un régimen mixto. Sus ideas, especialmente la síntesis de Cicerón, influyeron en el concepto de ley natural como base para un gobierno justo y sistemas de pesos y contrapesos.

5. La fusión de Jerusalén y Atenas construyó Occidente moderno.

La ideología fundacional fue la base para el mayor experimento en progreso y libertad humana jamás concebido por la mente del hombre.

Uniendo dos mundos. Durante siglos, la revelación judía y la razón griega parecieron irreconciliables. El cristianismo intentó una síntesis, universalizando conceptos judíos pero inicialmente relegando la razón. La escolástica, especialmente a través de Tomás de Aquino, buscó luego unificar fe y razón, argumentando que conocer la creación de Dios nos acerca a Él y que la razón apoya la fe.

Ciencia y libertad. Esta consonancia renovada impulsó la revolución científica, pues los religiosos vieron el estudio del universo de Dios como un deber. Al mismo tiempo, creció el escepticismo hacia el poder religioso y político centralizado, dando lugar al liberalismo clásico. Pensadores como Locke combinaron la ley natural (Atenas) con los derechos dados por Dios (Jerusalén), defendiendo la soberanía individual y el gobierno limitado.

La culminación americana. Estados Unidos fue la primera nación fundada explícitamente sobre esta fusión. La Declaración de Independencia invoca “las Leyes de la Naturaleza y del Dios de la Naturaleza”, afirmando verdades evidentes sobre la igualdad en la creación, derechos inalienables (vida, libertad, búsqueda de la felicidad) y gobierno por consentimiento. Los fundadores, inmersos en ambas tradiciones, creían que la virtud individual y las instituciones sociales fuertes eran esenciales para la supervivencia de la república.

6. Los intentos de desechar los fundamentos condujeron a ideologías desastrosas.

Los peores pecados de los siglos XIX y XX surgieron de diversas combinaciones de nacionalismo romántico, redistribucionismo colectivista y gobernanza supuestamente científica.

La cara oscura de la Ilustración. Mientras la Ilustración americana se basó en la fusión Jerusalén-Atenas, una corriente europea buscó desechar la religión y la teleología por completo. Filósofos como Hobbes y Spinoza cuestionaron la moralidad divina y el libre albedrío, reduciendo la motivación humana a la pasión y el interés propio. Hume declaró que la razón es “esclava de las pasiones”.

La razón sola fracasa. Los intentos de construir una moral universal solo con la razón (Kant, Bentham) resultaron en sistemas contradictorios. El rechazo del propósito inherente y el orden divino dejó un vacío. Si la razón no podía proveer un sentido objetivo, ¿qué podía? Esto abrió la puerta a fuerzas más oscuras.

Semillas de destrucción. Desprendidos de valores trascendentes y del concepto de dignidad individual, surgieron nuevas ideologías que prometían propósito a través del colectivo o la ciencia. Estas ideas, nacidas del abandono de los fundamentos occidentales, alimentarían los movimientos más destructivos de la historia humana.

7. El nacionalismo romántico priorizó al colectivo sobre el individuo.

El nacionalismo romántico no es patriotismo.

La nación como deidad. La Revolución Francesa, rechazando a Dios y la tradición, elevó al estado-nación como encarnación de la “voluntad general”. La ciudadanía pasó de súbditos a individuos con igual participación, pero pronto degeneró en servidumbre al estado. Este nacionalismo romántico convirtió al colectivo en la fuente principal de identidad y propósito.

Guerra total. Esta nueva ideología revolucionó la guerra, llevando al reclutamiento masivo y la guerra total, borrando la línea entre civiles y militares. El estado se volvió la herramienta histórica suprema, exigiendo lealtad absoluta y sacrificio de sus ciudadanos por la gloria nacional y el progreso histórico.

Tribalismo tóxico. Mientras el patriotismo puede ser una fuerza positiva (como el nacionalismo creedal americano), el nacionalismo romántico suele volverse tóxico. Cuando se basa en etnia o sangre, conduce a la tiranía contra minorías y al imperialismo contra otras naciones. Este llamado tribal, sin control moral trascendente, alimentó conflictos como los que llevaron a la Primera Guerra Mundial.

8. El redistribucionismo colectivista prometió la utopía mediante el control estatal.

Marx ofreció una visión transformadora de la humanidad, un sistema de sentido y propósito.

Crítica al capitalismo. Filósofos como Thomas Paine y Karl Marx vieron los mercados libres como sistemas de explotación, argumentando que la propiedad privada y las clases sociales alienaban a los individuos y impedían la verdadera felicidad. Consideraban que los males sociales provenían de estructuras económicas, no de elecciones individuales o falta de virtud.

La promesa del hombre nuevo. Marx creía que derrocar el capitalismo y abolir la propiedad privada acabaría con la alienación y crearía un ser humano nuevo y perfecto. Ofreció una visión secular y materialista de la historia que progresa inevitablemente hacia una utopía comunista donde la libertad y el sentido solo se encuentran en el colectivo.

Terror revolucionario. Alcanzar esta utopía requería acción radical, incluyendo revolución violenta y centralización total de la producción en el estado. Esta ideología, abrazada por Lenin y Mao, condujo al asesinato y esclavización de decenas de millones, demostrando las horribles consecuencias de buscar propósito colectivo mediante control totalitario y descartando los derechos individuales.

9. El cientificismo y la burocracia intentaron diseñar la sociedad sin moral.

Comte proporcionó una base filosófica para la oligarquía burocrática: la ciencia atea.

Gobierno de expertos. El auge del nacionalismo y colectivismo exigió implementación práctica. Esto llevó a la elevación de la burocracia y la gobernanza “científica”, donde supuestos expertos administrarían la sociedad según leyes racionales, a menudo sin consentimiento democrático. Hegel veía a los burócratas como la “clase universal” que cumple la voluntad general.

La ciencia como religión. Auguste Comte, padre de la sociología, propuso una “religión de la humanidad” basada en la ciencia atea. Creía que el desarrollo humano avanzaba de la superstición religiosa al positivismo científico, donde la experticia podía reorganizar la sociedad. Esta visión descartaba valores trascendentales y derechos individuales como obstáculos para el poder estatal y el progreso.

Ingeniería social. Esta filosofía influyó en el progresismo americano, especialmente en pensadores como John Dewey y Woodrow Wilson. Rechazaron las ideas fundacionales de derechos fijos y gobierno limitado, abogando por una burocracia creciente guiada por la ciencia social para “hacer crecer” la sociedad y moldear ciudadanos desde arriba, conduciendo a resultados oscuros como el movimiento eugenésico.

10. El Occidente de posguerra sufre una crisis de sentido por abandonar sus raíces.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, el optimismo europeo estaba muerto y enterrado bajo seis pies de ceniza humana.

Ideologías en ruinas. Los horrores de la Segunda Guerra Mundial, alimentados por nacionalismo, colectivismo y cientificismo, expusieron el fracaso catastrófico de ideologías que descartaron los fundamentos occidentales. Murieron millones y la amenaza de aniquilación atómica pendió sobre el mundo. La esperanza ilustrada en la perfección humana colectiva colapsó.

Dios se ha ido, el hombre está solo. A pesar del fracaso de estos esquemas utópicos, Dios no volvió al centro de la vida occidental. La práctica religiosa cayó en picada, especialmente en Europa. La fe en la razón humana colectiva también decayó tras las guerras. Sin Dios ni colectivo, los individuos quedaron a la deriva, dando lugar al auge del existencialismo.

Reina la subjetividad. El existencialismo, desde Kierkegaard hasta Sartre, sostuvo que la existencia precede a la esencia. No hay naturaleza humana inherente ni propósito objetivo; el sentido debe crearse subjetivamente mediante la elección individual. Aunque enfatiza la libertad, esta filosofía dejó a los individuos sin guías externas, contribuyendo a la sensación de aislamiento y vacío.

11. El subjetivismo moderno y la cultura de la victimización socavan la razón y la capacidad.

El pensamiento interseccional promueve una mentalidad de víctima totalmente opuesta a la búsqueda de realización y éxito.

La muerte de la razón. El rechazo posbélico de la verdad objetiva y el propósito inherente ha llevado a la devaluación misma de la razón. La subjetividad se prioriza sobre los hechos, y las perspectivas diferentes se ven como insultos en lugar de puntos para debatir. La razón se descarta como intolerante o herramienta de opresión.

La ciencia bajo ataque. Incluso la ciencia, antes vista como camino a la verdad objetiva, ahora se cuestiona cuando sus hallazgos desafían sentimientos subjetivos o narrativas basadas en la identidad. Conceptos como diferencias biológicas sexuales o disparidades grupales se descartan como construcciones de sistemas opresores, llevando a la censura y a priorizar la “diversidad” sobre el mérito en campos científicos.

La victimización como identidad. La política de identidad moderna, especialmente la interseccionalidad, anima a las personas a definirse por su pertenencia a grupos victimizados. Esto fomenta una mentalidad de víctima, socava la capacidad individual al culpar a la opresión sistémica de todas las desigualdades y alimenta la polarización enfrentando grupos según niveles percibidos de desventaja.

12. Restaurar la civilización occidental requiere volver a sus valores fundacionales.

Es nuestro deber reconectar tanto con la palabra de Dios como con la filosofía de la razón y la libertad individual —dos ideas que, al fin y al cabo, están inextricablemente unidas.

La crisis de sentido. Occidente enfrenta hoy una crisis de sentido que genera ira, división y pérdida de visión común. Esto surge del abandono de los fundamentos judeocristianos y griegos que ofrecían propósito y capacidad, tanto individual como comunitaria.

Reconstruir los cimientos. Para recuperar la felicidad y fortalecer la civilización, debemos volver a esas raíces. Esto implica enseñar verdades fundamentales:

  • La vida tiene propósito, guiado por un sentido superior y descubrible mediante la razón y la historia.
  • Los individuos tienen capacidad y son responsables de sus elecciones en una sociedad libre.
  • La civilización occidental es única y valiosa, construida sobre Jerusalén y Atenas, y debe ser defendida.
  • Estamos unidos por una causa común —una civilización de propósito y capacidad— y debemos trabajar juntos.

Pasar la antorcha. Defender estas verdades exige valentía y sacrificio, especialmente al enseñarlas a nuestros hijos. Debemos prepararlos para entender y proteger los fundamentos de nuestra civilización, reconociendo los riesgos pero aceptando el deber de transmitir la llama de la libertad y la virtud.

Última actualización:

Reseñas

3.87 de 5
Promedio de 8.8K calificaciones de Goodreads y Amazon.

El lado correcto de la historia ha recibido opiniones encontradas, con valoraciones que van desde una hasta cinco estrellas. Sus defensores elogian el análisis histórico de Shapiro y su defensa de los valores judeocristianos, mientras que sus críticos sostienen que el libro carece de profundidad, presenta falacias lógicas y simplifica en exceso cuestiones complejas. Algunos lectores lo consideran estimulante y revelador, mientras que otros lo perciben como sesgado y mal argumentado. La tesis central del libro, que subraya la importancia del sentido divino y la razón en la civilización occidental, genera un intenso debate entre lectores con perspectivas políticas y filosóficas diversas.

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Sobre el autor

Benjamin Shapiro es un comentarista político conservador, autor y abogado. Nacido en 1984, se graduó de la Universidad de California en Los Ángeles a los 20 años y de la Facultad de Derecho de Harvard a los 23. A los 17 años, Shapiro se convirtió en el columnista nacionalmente sindicado más joven de Estados Unidos. Sus columnas se publican en importantes periódicos y sitios web, y ha escrito varios libros que se han convertido en bestsellers. Ha sido destacado en medios de comunicación de renombre y ha participado en numerosos programas de radio y televisión. Reconocido por sus posturas conservadoras, se ha consolidado como una figura influyente en el discurso político estadounidense, especialmente entre los jóvenes conservadores.

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