Puntos clave
1. El Golpe Militar Frustrado Desencadenó la Guerra Civil
La Guerra Civil se produjo porque el golpe de Estado militar no consiguió de entrada su objetivo fundamental, apoderarse del poder y derribar al régimen republicano, y porque, al contrario de lo que ocurrió con otras Repúblicas del período, hubo una resistencia importante y amplia, militar y civil, frente al intento de imponer un sistema autoritario.
Orígenes complejos. La España de 1936, aunque modernizada demográfica y económicamente en las décadas previas, estaba profundamente fragmentada social y políticamente, con un creciente rechazo a la democracia liberal. Sin embargo, esta polarización no hacía inevitable la guerra civil. El conflicto estalló porque la sublevación militar del 17-18 de julio de 1936, que buscaba derrocar rápidamente a la República, fracasó en su objetivo principal.
División crucial. El golpe de Estado no logró un triunfo rápido debido a una inesperada división dentro del propio Ejército y las fuerzas de seguridad. Mientras que en ciudades clave como Madrid y Barcelona la sublevación fue sofocada por la resistencia popular y la lealtad de parte de las fuerzas del orden, en otras como Sevilla o Zaragoza, los militares rebeldes lograron imponerse. Esta fractura inicial impidió una toma de poder inmediata y sumió al país en una lucha armada prolongada.
Violencia desatada. Al no conseguir una victoria rápida, el golpe militar socavó la capacidad del Estado republicano para mantener el orden, abriendo la puerta a una violencia sin precedentes. En las zonas controladas por los sublevados, se impuso un terror calculado para eliminar a los oponentes políticos e ideológicos. Paralelamente, en la zona republicana, la derrota del golpe dio paso a una oleada de violencia revolucionaria, con "paseos" y "sacas" que buscaban destruir los símbolos del antiguo orden.
2. La Intervención Extranjera Fue Decisiva
Hitler y Mussolini convirtieron un coup d’etat que iba por mal camino en una sangrienta y prolongada guerra civil.
Neutralidad sesgada. La política de no intervención, impulsada por Francia y Gran Bretaña y formalmente suscrita por la mayoría de países europeos, resultó ser una farsa que perjudicó gravemente a la República. Mientras las democracias occidentales se abstenían de apoyar al gobierno legítimo, temerosas de la "bolchevización" de España y priorizando el apaciguamiento de las potaduras fascistas, Alemania e Italia ignoraron sistemáticamente el acuerdo.
Apoyo vital a Franco. Desde los primeros días del golpe, Francisco Franco recibió ayuda militar crucial de Adolf Hitler y Benito Mussolini. Esta asistencia incluyó:
- Aviones de transporte (Junkers Ju 52) y cazas (Heinkel 51) de Alemania.
- Bombarderos (Savoia SA-81) y cazas (Fiat C. R. 32) de Italia.
- Créditos y suministros continuos de armamento de alta tecnología.
- Miles de soldados regulares (Corpo di Truppe Volontarie italiano, Legión Cóndor alemana).
Esta ayuda permitió a Franco trasladar sus tropas de élite desde África a la Península y mantener una superioridad material constante.
Oro por armas. La República, abandonada por las democracias, se vio obligada a recurrir a la Unión Soviética para obtener armamento. Para ello, utilizó las reservas de oro del Banco de España, un tesoro de 707 toneladas, que fue trasladado a Moscú. Aunque este oro financió la compra de material bélico, la calidad y cantidad de las armas soviéticas a menudo eran inferiores a las recibidas por Franco, y los suministros eran irregulares, lo que puso a la República en una clara desventaja estratégica.
3. La Guerra Fue una Cruzada Religiosa y un Estallido Anticlerical
La guerra era «como un plebiscito armado». La Iglesia, por su reconocido «espíritu de paz», no la había querido. Pero ante la grave amenaza de ser suprimida, «no podía ser indiferente en la lucha».
Identificación con el orden. El catolicismo, arraigado como la única religión en España y estrechamente ligado al conservadurismo político y al orden social, se sintió directamente amenazado por las reformas laicistas de la República (no confesionalidad del Estado, matrimonio civil, divorcio, prohibición de la enseñanza religiosa). Esta percepción de "persecución" llevó a la Iglesia a apoyar fervientemente la sublevación militar.
La "Cruzada" y sus mártires. La jerarquía eclesiástica, liderada por el cardenal Isidro Gomá y el obispo Enrique Pla y Deniel, rápidamente bendijo el alzamiento como una "cruzada" contra el ateísmo y el comunismo. Esta retórica legitimó la violencia de los sublevados y movilizó a las masas católicas, proporcionando una liturgia político-religiosa que unificó a las diversas fuerzas reaccionarias bajo la bandera de la "España una, grande y libre". La Iglesia silenció y, en muchos casos, colaboró activamente en la represión franquista.
Violencia anticlerical. En la zona republicana, la derrota del golpe desató una ola de violencia anticlerical sin precedentes. Más de 6.800 eclesiásticos (sacerdotes, frailes y monjas) fueron asesinados, y miles de iglesias y objetos de culto fueron incendiados o profanados. Esta furia popular, alimentada por décadas de resentimiento hacia una Iglesia percibida como aliada de los ricos y poderosos, fue un "ajuste de cuentas" que, aunque no buscaba destruir la religión en sí, sí buscaba aniquilar su poder institucional y simbólico.
4. La República Luchó Entre la Guerra y la Revolución
El Gobierno republicano está muerto. No tiene autoridad ni competencia, ni decisión para hacer la guerra a fondo y acabarla con una victoria absoluta y revolucionaria.
Dilema existencial. La República se encontró en una situación paradójica: un golpe contrarrevolucionario había desencadenado una profunda revolución social. El gobierno legítimo, inicialmente liderado por José Giral, se vio desbordado por la emergencia de comités revolucionarios y milicias armadas que, aunque combatían a los sublevados, también buscaban transformar radicalmente la sociedad, colectivizando fábricas y tierras y desafiando la autoridad estatal.
Reconstrucción y militarización. La llegada de Francisco Largo Caballero, líder socialista y sindicalista, a la presidencia del gobierno en septiembre de 1936 marcó un intento de centralizar el poder y reconstruir el Estado. Su gobierno, que incluyó por primera vez a comunistas y anarquistas, se propuso militarizar las milicias para crear un Ejército Popular regular, una tarea ardua que generó tensiones y resistencias internas, especialmente entre los anarquistas, que veían en la disciplina militar una traición a sus ideales revolucionarios.
Conflictos internos. A pesar de los esfuerzos por unificar el mando y controlar la retaguardia, la República estuvo plagada de divisiones. Los "Sucesos de Mayo" de 1937 en Barcelona, un enfrentamiento armado entre anarquistas y el POUM contra comunistas y fuerzas del orden, evidenciaron las profundas grietas ideológicas. Estos conflictos internos, sumados a la represión de figuras como Andreu Nin (POUM) y la creciente influencia comunista, debilitaron la cohesión republicana y llevaron a la caída de Largo Caballero, dando paso al gobierno de Juan Negrín.
5. Franco Consolidó un Nuevo Estado Autoritario Durante la Guerra
Franco adoptó el título de «Caudillo», que le conectaba con los guerreros medievales, y la consigna más repetida desde ese momento, con obligada inclusión en la prensa, fue: «Una Patria, un Estado, un Caudillo».
Liderazgo indiscutible. La muerte del general Sanjurjo y el fracaso de otros líderes sublevados en tomar ciudades clave allanaron el camino para que Francisco Franco emergiera como el líder supremo. Su control del experimentado Ejército de África y la decisiva ayuda de Alemania e Italia, que canalizó a través de su persona, le otorgaron una autoridad militar y política inigualable. El 1 de octubre de 1936, fue nombrado Jefe del Gobierno del Estado español y Generalísimo de los Ejércitos.
Eliminación de rivales. Franco no dudó en eliminar cualquier foco de poder autónomo o potencial rival. Esto incluyó:
- La disolución de la Junta de Defensa Nacional.
- La marginación de generales como Queipo de Llano.
- La unificación forzada de Falange Española y la Comunión Tradicionalista Carlista en un partido único, FET y de las JONS, bajo su mando directo, silenciando a líderes como Manuel Hedilla.
La muerte en accidente del general Mola en junio de 1937, aunque oficial, eliminó al último posible competidor de peso.
Pilares del Nuevo Estado. La dictadura personal de Franco se cimentó sobre tres pilares fundamentales: el Ejército, la Iglesia católica y el partido único (FET y de las JONS). Este nuevo orden combinó el militarismo y el autoritarismo con una profunda restauración del catolicismo, derogando la legislación laica republicana y promoviendo una "recatolización" forzada de la sociedad. La prensa y la educación fueron puestas al servicio de la propaganda del régimen, exaltando la figura del Caudillo y la "Cruzada" contra la "anti-España".
6. La Estrategia de Desgaste de Franco Aseguró la Victoria
En una guerra civil, es preferible una ocupación sistemática de territorio, acompañada por una limpieza necesaria, a una rápida derrota de los ejércitos enemigos que deje el país infestado de adversarios.
Cambio de estrategia. Tras el fracaso en la toma de Madrid en noviembre de 1936, Franco abandonó la idea de una victoria rápida y adoptó una estrategia de guerra de desgaste. Su objetivo no era solo derrotar militarmente al enemigo, sino aniquilarlo por completo, "limpiando" el territorio de cualquier oposición política o ideológica. Esta visión implicaba una ocupación lenta pero sistemática, acompañada de una brutal represión en la retaguardia.
Superioridad material y logística. Franco contaba con una ventaja decisiva: un suministro constante y de alta calidad de armamento y apoyo logístico de Alemania e Italia, que no se vio afectado por la política de no intervención. Además, disponía de un ejército bien entrenado, con las tropas de África como punta de lanza, y una estructura de mando unificada y disciplinada. Esto le permitió concentrar fuerzas y lanzar ofensivas demoledoras, como la campaña del Norte (1937) que le dio el control de importantes recursos industriales y mineros.
Batallas decisivas. Las ofensivas franquistas, como la de Aragón en marzo de 1938, que partió en dos la zona republicana, y la Batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938), la más larga y sangrienta de la guerra, fueron cruciales. Aunque la República logró resistir y causar grandes bajas, estas batallas agotaron sus recursos humanos y materiales, dejando a su ejército diezmado y sin capacidad de recuperación. La aviación, especialmente la Legión Cóndor, jugó un papel devastador, bombardeando ciudades y sembrando el terror en la retaguardia republicana.
7. La Derrota Republicana Fue Agónica y Marcó una Paz Incivil
En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, nuestras tropas victoriosas han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.
Aislamiento internacional. El Pacto de Múnich en septiembre de 1938, donde las democracias occidentales cedieron ante Hitler, selló el destino de la República. Demostró que no cambiarían su política de apaciguamiento y que la República estaba sola. A pesar de los esfuerzos diplomáticos de Juan Negrín por conseguir una mediación o un cambio de postura, la comunidad internacional, incluyendo el Vaticano, se negó a intervenir, dejando a la República sin esperanza de una paz negociada.
Colapso interno. La República, exhausta por las continuas derrotas militares, las graves carencias de abastecimiento (especialmente en ciudades como Madrid y Barcelona) y las profundas divisiones internas, se desmoronó. El golpe del coronel Segismundo Casado en marzo de 1939, que buscaba negociar una rendición con Franco, desencadenó una "pequeña guerra civil" dentro del bando republicano, acelerando su colapso final y la entrada de las tropas franquistas en Madrid.
Represión y exilio. La victoria de Franco el 1 de abril de 1939 no trajo una paz con reconciliación, sino una "paz incivil" marcada por una brutal represión. Miles de republicanos fueron ejecutados, cientos de miles encarcelados o internados en campos de concentración. Un masivo éxodo de casi medio millón de personas hacia Francia, donde muchos fueron confinados en campos de internamiento y algunos entregados a los nazis, selló el destino de los vencidos. La dictadura de Franco, la más larga de Europa occidental, impuso una cultura de vencedores y vencidos que perduró por décadas.
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Reseñas
España partida en dos is praised as an accessible, concise introduction to the Spanish Civil War. Readers appreciate its thematic structure, analytical approach, and objective perspective. The book is commended for its rigorous research, clear prose, and ability to explain complex events. Many find it ideal for students, teachers, and history enthusiasts. Critics note its focus on interpretation rather than chronology. Overall, reviewers consider it an essential, well-written work that provides a comprehensive understanding of this critical period in Spanish history.