Puntos clave
1. La Revelación Paulina Desvela Nuestra Verdadera Identidad en Cristo
En los Evangelios, Él es el Hombre Solitario de Galilea, el humilde Desconocido, que termina su caminar terrenal en el Calvario. En las Epístolas, es el Resucitado, el Triunfante, el vencedor de la muerte, el pecado y Satanás.
Revelando a Cristo. Los cuatro Evangelios presentan a Jesús a través de un lente de “conocimiento sensorial”, mostrando Sus milagros y Su caminar en la tierra, pero no revelan plenamente Su identidad post-resurrección ni las profundas implicaciones de Su obra consumada. Las Epístolas Paulinas, en cambio, son una revelación divina que desvela a Cristo como el Redentor Resucitado y Triunfante que satisfizo la justicia y hizo posible la Nueva Creación. Esta distinción es crucial para entender nuestra posición en Él.
Realidad de la Nueva Creación. Los Evangelios, escritos años después de Pentecostés, omiten intencionalmente la revelación de la Nueva Creación, enfocándose únicamente en los eventos hasta la ascensión de Jesús. No insinúan que los creyentes serían vencedores de demonios, muerte o enfermedad, pues el pueblo no estaba espiritualmente preparado para comprender estas realidades. La Revelación Paulina, una “obra maestra de la Gracia Divina”, nos introduce en el secreto interior del poderoso propósito de Dios en la Encarnación, mostrando a Jesús como la Cabeza de una nueva raza de hombres.
Permanecer sin culpa. Por la obra perfecta de Cristo, una nueva raza de hombres puede ahora estar en la presencia de Dios sin ningún sentimiento de culpa, condenación o inferioridad. Esta revelación transforma nuestra comprensión de quiénes somos en Cristo, yendo más allá de un mero relato histórico hacia una realidad viva de nuestra identidad como Hijos de Dios. Es en las Epístolas donde verdaderamente conocemos al Cristo Resucitado y Su obra perfecta para nosotros y en nosotros.
2. La Palabra de Dios es una Realidad Viva y Autoritativa
Porque el Logos de Dios es un ser viviente, activo y más cortante que toda espada de dos filos, que penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Mensaje personal de Dios. Nuestra actitud hacia la Palabra determina el lugar que Dios ocupa en nuestra vida diaria; debe ser tan real como si el Maestro mismo nos hablara personalmente. Esta Palabra Viva, impregnada con la vida misma de Dios, es eterna y está diseñada para ocupar el lugar de Jesús en Su ausencia, examinando nuestra conducta y juzgándonos. Es el único medio de Dios para alcanzarnos, impartir fe y edificar amor en nuestro espíritu.
Poder en la palabra hablada. La Iglesia primitiva experimentó principalmente la “Palabra hablada”, que creció poderosamente y prevaleció, demostrando su poder inherente incluso antes de ser escrita. Esta Palabra es siempre “AHORA”, un mensaje en tiempo presente, Su voz y Su último mensaje para nosotros hoy. Se convierte en una fuerza viva en el corazón de la fe, sin poder alguno en los labios de quienes están fuera de comunión o viven en el reino de la razón.
Fuente de vida y verdad. La Palabra es el Pan del Cielo, alimento para nuestro espíritu, haciendo nuestro ministerio ilimitado pues es la mente y voluntad del Padre. Es Dios presente con nosotros, hablando el Mensaje Vivo del Padre Amoroso, confirmando Sus promesas y pactos. Cuando actuamos conforme a ella, se vuelve realidad, edificando la vida, fe, amor, gracia y fortaleza de Jesús en nuestro interior, y finalmente juzgándonos si la ignoramos.
3. La Obra Consumada de Cristo: Nuestra Redención Perfecta
La redención es entonces un hecho establecido, y ahora es posible que un hombre reciba la Vida Eterna en base legal.
Legal y vital. La redención tiene dos fases: la legal (lo que Dios hizo por nosotros en Cristo, en pasado) y la vital (lo que ahora tenemos, lo que el Espíritu Santo hace en nosotros). Sin entender ambas, la enseñanza se vuelve confusa, conduciendo a formalismos fríos o fanatismos. La obra de Cristo fue un acto perfecto y consumado, haciendo nuestra redención un hecho establecido cuando Su sangre fue aceptada en el Tribunal Supremo del Universo.
Problema del pecado resuelto. Jesús fue “entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación”, lo que significa que fue hecho pecado por nosotros, llevando nuestras iniquidades y enfermedades. Sufrió hasta que toda demanda de justicia fue satisfecha, no solo por nosotros, sino también por los que estaban bajo el Primer Pacto. Este sacrificio perfecto eliminó el pecado “de una vez para siempre”, convirtiéndolo en un “problema del pecador” y no un “problema del pecado”.
Redención eterna. Cuando Jesús llevó Su sangre al Lugar Santísimo celestial, obtuvo “redención eterna”, lo que significa que Satanás fue vencido y despojado de su autoridad. Esta victoria no solo fue para el futuro, sino que alcanzó hacia atrás, redimiendo a todo hombre bajo el Primer Pacto que confió en la sangre de toros y machos cabríos. Esta base legal permite ahora a Dios dar al hombre la Vida Eterna y justificar al impío en términos legales.
4. Somos la Justicia de Dios en Cristo
A aquel que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Nuestra nueva posición. La necesidad básica del hombre era la justicia: la capacidad de estar en la presencia de Dios sin culpa ni inferioridad. Dios reveló una nueva fuente de justicia, “fuera de la ley”, basada en la fe sencilla en Jesucristo. Por el Nuevo Nacimiento, al participar de la Naturaleza Divina, “hemos llegado a ser absolutamente” la misma Justicia de Dios en Cristo.
Dominio sobre las circunstancias. Esta justicia no es solo un concepto teológico, sino una realidad definida y clara, que nos hace dueños de las circunstancias. Así como Jesús, siendo la Justicia de Dios, dominaba demonios, enfermedades y necesidades, nosotros también. Esta posición nos da acceso al Trono en cualquier momento, con Su sabiduría y poder a nuestra disposición.
Superioridad sobre Satanás. Un creyente que sabe que es la Justicia de Dios en Cristo, y que Jesús es para él Sabiduría, se convierte en un “hombre maestro” y es superior a Satanás. Este entendimiento nos transforma de ser conscientes del pecado a ser conscientes de la Vida Eterna, permitiéndonos estar sin temor en la presencia del Padre y ejercer autoridad sobre el enemigo.
5. La Nueva Creación Está Gobernada por la Ley del Amor (Ágape)
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.
Un nuevo principio rector. La Ley del Nuevo Pacto, llamada “la ley del espíritu de vida”, contrasta perfectamente con la “ley del pecado y de la muerte” del Antiguo Pacto. Esta nueva ley, dada por Jesús, es única: “amaros unos a otros como Jesús nos amó”. Esta “Ley del Amor” hace innecesario cualquier otro mandamiento, pues quien camina en amor nunca hará mal.
La naturaleza de Dios en nosotros. Este nuevo tipo de amor, “Ágape”, es la misma Naturaleza del Padre, impartida en el Nuevo Nacimiento. Nacemos del Amor, y por ello no podemos evitar amarlo. Esta Naturaleza de Amor debe dominar nuestra vida, haciendo de nosotros “hijos del Amor” que caminan en amor como Cristo, incluso hacia los perseguidores.
Frutos del Ágape. El capítulo 13 de 1 Corintios revela la esencia de esta Ley del Amor: es paciente, bondadoso, no envidia, no se jacta, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo. Cuando esta Naturaleza de Amor gobierna el “hombre interior del corazón”, tomamos inconscientemente el lugar de Jesús, arraigados y cimentados en Ágape, realizando actos de amor de manera natural.
6. La Mente Renovada Nos Alinea con Nuestro Espíritu Recreado
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Espíritu recreado, mente renovada. En el Nuevo Nacimiento, nuestro espíritu es recreado, recibiendo la naturaleza y vida de Dios, pero la mente permanece “vieja”, acostumbrada al conocimiento de los sentidos. Aunque los sentidos no pueden renovarse, pueden someterse a la Palabra. La mente debe transformarse por renovación, reconociendo la triple señoría de la Palabra, Jesús y el Amor.
Caminar en la voluntad de Dios. Una mente renovada permite al creyente andar a la luz de la Palabra, discerniendo la “buena, agradable y perfecta voluntad” del Padre. Sin esta renovación, se vive en la frontera entre el bien y el mal, en “oscuridad semi-espiritual”, incapaz de asimilar verdades divinas o caminar en amor. La renovación mental no proviene solo de estudiar la Biblia, sino de vivirla y practicarla, permitiendo que forme parte integral del pensamiento.
Armonía y crecimiento. Al renovarse la mente, entra en comunión con el espíritu recreado, conduciendo a una vida interior armoniosa. Este proceso edifica el “Conocimiento de Revelación”, capacitándonos para entender nuestras responsabilidades y habilidades en Cristo. Un creyente con mente renovada caminará digno del Señor, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento exacto del Padre.
7. Dios Se Reproduce en Nosotros: Nuestra Naturaleza y Habilidad Divinas
Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
El sueño del Padre. Todo padre verdadero desea reproducirse en su hijo, y el sueño del Padre es reproducirse en nosotros. La Nueva Creación ha recibido la naturaleza y vida de Dios, y al invitar al Espíritu Santo a morar en nosotros y alimentarnos de la Palabra, Él construye el genio mismo de Dios en nosotros, capacitándonos para vivir como el Maestro en nuestro diario caminar.
Cristo formado en nuestro interior. Este proceso de “formar a Cristo en uno” puede ser lento, pero nos transforma en “hombres y mujeres de Jesús”. Dios trabaja activamente en nosotros, edificando Su amor, justicia, fortaleza y sabiduría en nuestro espíritu. Este crecimiento en “gracia y conocimiento” es esencial para manifestar la Naturaleza de Amor de Jesús y ser “conscientes de Jesús” en el mundo.
Potencial ilimitado. Cuando cedemos a la señoría del Amor y permitimos que la Palabra domine nuestro ser, la habilidad de Dios se desata en nosotros. Nos convertimos en “mente con Dios dentro”, sabiendo que el Dios Omnisciente, Omnipotente y Omnibenevolente vive en nosotros. Esto nos hace “más que vencedores”, capaces de hacer “sobremanera abundante sobre todo lo que pedimos o pensamos”, mientras Su poder obra poderosamente en nosotros.
8. Reinamos como Reyes: Nuestra Autoridad y Victoria sobre Satanás
Ahora reinamos como reyes en el reino de la vida.
La derrota de Satanás es nuestra victoria. Las Escrituras enseñan claramente que Satanás está derrotado, no por la fuerza propia del creyente, sino por Cristo para el creyente en Su obra sustitutoria. Fuimos identificados con Cristo en Su crucifixión, muerte y resurrección, participando en Su triunfo sobre el adversario. Cuando Jesús “paralizó el poder de la muerte de Satanás”, fue una victoria eterna, y nosotros estábamos con Él en la mente de la justicia.
Autoridad en el Nombre de Jesús. La victoria de Cristo significa que Satanás está “eternamente quebrantado, eternamente vencido”. Nuestra lucha ya no es contra carne y sangre, sino contra principados y potestades derrotados. Tenemos derecho legal para usar el Nombre de Jesús, en el cual está investida toda autoridad en el cielo y en la tierra. Este Nombre nos capacita para echar fuera demonios, sanar enfermos y vencer toda fuerza de oscuridad.
Vencedores en Cristo. Estamos “liberados eternamente” de la esclavitud. Cuando actuamos conforme a la Palabra y usamos el Nombre de Jesús, ponemos en marcha la habilidad de Dios, demostrando Su poder para ayudar a la humanidad. No somos víctimas indefensas, sino “representantes empoderados del Reino Celestial”, reinando como reyes en el reino de la vida, con Dios peleando nuestras batallas.
9. Entrando en el Descanso de Dios: El Fin de la Lucha y el Temor
Porque los que hemos creído entramos en ese descanso.
La obra consumada de Cristo. Jesús, habiendo terminado Su obra de redención, “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”, entrando en Su descanso. Este descanso fue comprado para nosotros, y por la fe también entramos en él. Significa el fin de la preocupación, la lucha y la búsqueda de fe o poder, al unirnos a Él y apreciar Su obra consumada.
Paz que sobrepasa todo entendimiento. Cuando comprendemos plenamente nuestra identidad como Nueva Creación, poseedores de la naturaleza y vida de Dios, y nuestra posición como más que vencedores, una “paz que sobrepasa todo entendimiento” llena nuestro ser. Esta paz guarda nuestro corazón y pensamientos, permitiéndonos echar toda ansiedad sobre Él, sabiendo que Él cuida de nosotros.
Descansando en Su Palabra. Este descanso significa que ya no nos aterran las circunstancias, ni nos dejamos llevar por opiniones humanas o dudas. Sabemos que “ninguna palabra de Dios queda sin cumplimiento”, y en cada palabra hay poder para bien. Descansamos en Su Palabra, confiados en que nuestras peticiones hechas en el Nombre de Jesús serán respondidas, conduciéndonos a una vida de continua gratitud y gozo.
10. Confiesa Quién Eres en Cristo: Actúa Según Tu Identidad
Quiero que sepas en tu corazón que eres lo que Él dice que eres. Quiere que lo actúes, que confieses lo que Él ha hecho en ti; lo que te ha hecho ser.
Reconoce tu realidad. Muchos creyentes no viven en victoria porque temen confesar lo que son en Cristo, buscando obtener lo que el amor ya les ha dado. Debemos ir más allá de solo saber lo que la Palabra dice de nosotros para reconocerlo y confesarlo activamente como nuestra realidad personal. Esto nos transforma de “autoestopistas espirituales” a Hijos de Dios independientes y victoriosos.
Venciendo la conciencia de pecado. Nuestras luchas pasadas con la fe y la indignidad a menudo provienen de una “conciencia de pecado” en lugar de una “conciencia de Vida Eterna”. Debemos reconocer que nuestro viejo yo, gobernado por el pecado, ha pasado, y un nuevo yo dominante, lleno de Dios, ha tomado su lugar. Confesar nuestra justicia y libertad en Cristo rompe el dominio de Satanás y restaura la alegría y comunión perdidas.
Viviendo la Palabra. Confesar lo que somos significa vivir y practicar la Palabra, permitiendo que gobierne nuestra vida. Esto nos capacita para usar el Nombre de Jesús sin temor, sabiendo que tenemos autoridad sobre el enemigo. Cuando nos atrevemos a confesar nuestra identidad como Justicia de Dios, partícipes de la Naturaleza Divina y dueños de las circunstancias, le glorificamos y fortalecemos nuestra fe.
11. El Ministerio Presente de Jesús: Nuestro Sumo Sacerdote, Mediador, Abogado y Señor
Él está en el asiento más alto del universo y ocupa el cargo más elevado del universo, y Él es mi Señor.
Obra celestial múltiple. Después de Su obra sustitutoria en la cruz y Su resurrección, Jesús ascendió a la diestra del Padre, donde continúa una “obra múltiple” por nosotros. Esto incluye Sus roles como:
- Sumo Sacerdote: Habiendo llevado Su sangre al Lugar Santísimo celestial, selló nuestra redención eterna.
- Mediador: Es el único medio de acceso a Dios para los pecadores, puente entre el Dios inaccesible y la humanidad gobernada por el pecado.
- Intercesor: Vive para interceder por nosotros, asegurando nuestra sanidad física y espiritual, y sosteniéndonos en la tentación.
- Abogado: Si pecamos, es nuestro abogado justo ante el Padre, apelando en nuestro favor para restaurar la comunión y el sentido de justicia perdidos.
- Señor: Es nuestro Proveedor de Pan, Escudo y Protector, la Fianza del Nuevo Pacto, garantizando cada palabra del mismo.
Fianza del Nuevo Pacto. Jesús, por juramento de Jehová, se convirtió en la “fianza de un pacto mejor”, haciendo obsoleta la antigua ley y sacerdocio. Este Nuevo Pacto, sellado con Su sangre, es un pacto de Amor, Vida y Nueva Creación, que provee una base para una fe inquebrantable. Su “sentarse” significa la consumación de Su obra redentora y Su sacerdocio continuo e inmutable.
Nuestro acceso y provisión. Su ministerio presente asegura que nosotros, como miembros de Su Cuerpo, compartamos Su gloria y victorias. Tenemos confianza y acceso al Trono de Gracia, sabiendo que porque Él es nuestro Señor, nada nos faltará. Este entendimiento trae reposo tranquilo y nos permite vivir por encima de las circunstancias, sacando de Su plenitud ilimitada.
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Reseñas
Realidades de la Nueva Creación ha recibido en su mayoría críticas positivas, con una calificación promedio de 4.43 sobre 5. Los lectores valoran profundamente sus revelaciones sobre las realidades espirituales y el poder de la fe. Muchos consideran que este libro transforma vidas y lo recomiendan encarecidamente. Destacan especialmente sus explicaciones acerca de lo que significa estar "en Cristo" y la identidad del creyente. No obstante, algunos mencionan que el texto puede resultar difícil, señalando un lenguaje y conceptos complejos. A pesar de ello, la mayoría agradece sus enseñanzas espirituales profundas y las verdades bíblicas que presenta, en particular en lo que respecta a los derechos y privilegios del creyente en Cristo.