Puntos clave
1. Hablar en público es una habilidad que se puede aprender
Luchar con el miedo a hablar en público parece ser parte de la condición humana.
Vence el miedo. Muchas personas temen hablar en público más que a la muerte, un miedo arraigado en antiguos instintos de supervivencia donde el rechazo social podía ser fatal. El autor, redactor de discursos en la Casa Blanca, luchó durante años, quedándose paralizado o tropezando, a pesar de escribir para oradores poderosos como Obama. Este miedo es común y no significa que no estés destinado a hablar.
Es una habilidad, no un talento innato. Hablar en público no es un don natural, sino una destreza que se desarrolla con práctica y aprendizaje. El propio Obama tuvo dificultades al principio, quedándose paralizado o siendo demasiado técnico, pero mejoró hablando en sótanos de iglesias, aulas y campañas. Brayden Harrington, un adolescente con tartamudez, encontró valor al adoptar la idea de que “tus imperfecciones son tus dones”.
Cree en ti mismo. El primer paso es creer que tu voz importa y que mereces ser escuchado. Esto comienza con conocer y amar tu propia “historia sagrada”: quién eres, de dónde vienes, qué crees. Ignorar la voz de la duda te permite salir al escenario.
2. Tu historia única es tu poder
da el discurso que solo tú puedes dar.
La autenticidad importa. Las audiencias buscan originalidad y autenticidad; quieren escuchar tu perspectiva y tus historias. Compartir experiencias personales, como el trasfondo multicultural de Obama o las raíces de clase trabajadora del autor, crea una conexión única. No se trata de ser narcisista, sino de traer tu yo distinto al momento.
Menos miedo, más fuerza. Hablar desde tu propia vida es menos intimidante porque conoces mejor tu historia. También te hace más convincente y creíble, pues la convicción y la experiencia brillan. Si alguien más pudiera dar tu discurso y aún así tuviera sentido, es demasiado genérico.
Inspira a la acción. Las historias personales son memorables y persuasivas. La historia de Nancy Brinker sobre su hermana Susan Komen motivó a miles de millones para la investigación del cáncer de mama. John, un CEO, elevó la moral y las ventas compartiendo los humildes orígenes de su empresa liderada por veteranos. El camino de Alphonso Davies desde un campo de refugiados hasta la selección nacional ayudó a ganar la candidatura para la Copa Mundial en Norteamérica.
3. Un discurso es una actuación
Un discurso es una actuación, como una obra de teatro.
Más que palabras. Un discurso no es un ensayo ni un informe; es una experiencia viva y compartida entre orador y audiencia. Tiene escenario, puesta en escena, un guion y un público, y está hecho para ser escuchado y sentido. Entender esto te da control creativo.
Sé tú mismo. Eres el protagonista, perfectamente elegido. No intentes sonar como otro, como Obama o un político convencional. La autenticidad construye credibilidad. Obama aprendió a ser él mismo, incluso si eso implicaba hablar de verdades incómodas.
Crea una experiencia. Los grandes discursos generan una “corriente de emoción”, un “acople neural” donde los cerebros del orador y el oyente se sincronizan. El poema hablado de Donovan Livingston electrizó a su audiencia porque se sumergió en la actuación e invitó a participar. Puedes diseñar esta experiencia:
- Escribiendo el guion que deseas
- Tomando el control del programa
- Añadiendo espectáculo visual o sonoro (evitando la “muerte por PowerPoint”)
- Haciendo que la audiencia forme parte del show
- Compartiendo el escenario con otros
4. Prepárate sabiamente con la regla 50-25-25
cuanto más preparado estés, menos nervioso estarás al momento de hablar, porque sabrás que estás listo.
Prioriza la preparación. No te apresures a escribir. La regla 50-25-25 sugiere dedicar la mitad del tiempo a pensar, investigar y organizar, un cuarto a escribir y un cuarto a editar y practicar. Este enfoque estructurado asegura que sepas hacia dónde vas.
Conoce el terreno. Logra una Conciencia Situacional del 100% preguntándote sobre tu audiencia (quiénes son, qué esperan), el evento (propósito, contexto), tu rol (por qué te invitaron, dónde encajas) y la logística (lugar, escenario, límite de tiempo). Conocer el panorama evita sorpresas.
Piensa bien el mensaje. Define tu mensaje central. ¿Cuál es la historia única que quieres contar? Resúmela en diez palabras o menos como tu Estrella Polar. Identifica 3-4 puntos clave que apoyen ese mensaje. Obama solía comenzar la preparación preguntando: “¿Cuál es la historia que queremos contar aquí?”
Investiga a fondo. Sé un buen investigador. Aprende de la historia, escucha a otros (familia, colegas, expertos) y busca perspectivas diversas. Encuentra “oro”: citas sorprendentes, historias impactantes, detalles pequeños que iluminan grandes verdades. Pide ideas a todos, incluso a fuentes inesperadas como un conductor de furgoneta.
5. Conecta emocionalmente y apela a los valores
Tenemos diferencias sinceras, pero creo que nos mueve principios profundamente compartidos.
Habla desde el corazón. Saturar con datos y estadísticas (logos) suele fallar para persuadir o motivar. Las personas se conmueven por la emoción (pathos). El apasionado discurso de Greta Thunberg en la ONU resonó más que su discurso lleno de datos. Michelle Obama insistía en un “núcleo emocional” en sus discursos.
Usa lenguaje emocional. Las palabras que despiertan emociones fuertes (asombro, ira, ansiedad) se recuerdan y comparten más. Usa herramientas como la “Rueda de las Emociones” para encontrar palabras que realmente expresen tus sentimientos (por ejemplo, “indignado” en lugar de “enojado”). Compartir tus emociones genera confianza.
Sé vulnerable. Compartir luchas personales, dolor o fracasos conecta profundamente. El poema de Olivia Vella sobre la imagen corporal resonó globalmente porque fue vulnerable. Hablarle a una persona en la audiencia, como Obama a su tío Dan tras el atentado en el maratón de Boston, puede hacer que lo universal se sienta personal.
Apela a valores compartidos. Enmarca tu mensaje en valores que tu audiencia aprecia (cuidado, justicia, lealtad, libertad, etc.). Esto une, como se vio en los talleres de Braver Angels. Obama apelaba consistentemente a valores estadounidenses compartidos como la libertad, la oportunidad y la igualdad. Los valores suelen ser universales y pueden conectar entre culturas.
6. Habla como un ser humano, haz que cante
el pathos vence al logos.
Evita la jerga. No hables en “ensalada de palabras”, “galimatías” o “burocratés”. La jerga crea una “maldición del conocimiento” que aleja a tu audiencia. Aplica la regla del asado: si no lo dirías en una parrillada familiar, no lo digas en un discurso. Mantén la sencillez, apuntando a un nivel de lectura de octavo grado.
Habla de personas. Enfócate en resultados reales y el impacto humano, no solo en conceptos abstractos, programas o procesos. Los llamados de Ellen Moy en su ONG resonaron cuando habló de dar dignidad a los niños, no solo de gestionar operaciones. Evita acrónimos que confunden (como SWAP).
Pon ritmo y melodía. Un buen discurso, como una canción, tiene cadencia, ritmo y compás. No seas predecible; sorprende con un lenguaje fresco. Convierte la prosa en poesía con palabras melodiosas. Escribe tu discurso como un guion, con líneas y espacios, para incluir pausas y variar la longitud de las frases.
Usa repetición y pausas. Los estribillos, la regla de tres y la aliteración añaden ritmo y memorabilidad. El estribillo “Sí, se puede” de Obama y la estructura variada de sus frases en New Hampshire crearon un ritmo poderoso. Las pausas añaden énfasis, drama y permiten que tus palabras calen, como los silencios en la música de Miles Davis.
7. Di la verdad, construye credibilidad
Para persuadir, debemos ser creíbles; para ser creíbles, debemos ser honestos; para ser honestos, debemos decir la verdad.
Mantén la honestidad. En una era de desinformación, decir la verdad es fundamental. Las mentiras viajan rápido y erosionan la confianza. No plagies, inventes ni des datos erróneos. Verifica todo con fuentes confiables.
Sé honesto sobre la realidad. Evita el “discurso feliz” o pintar un cuadro demasiado optimista que ignore los retos. Obama reconoció la amenaza constante del terrorismo incluso al celebrar logros. Sé honesto sobre lo que sabes y lo que no, especialmente en crisis.
Enfrenta el elefante. No evites controversias, críticas o verdades difíciles. Reconoce el “elefante en la habitación” directamente, preferiblemente al principio. Obama abordó de frente la “controversia” de recibir el Nobel de la Paz mientras había guerra.
Evita absolutos y abraza la complejidad. La vida rara vez es blanco o negro. Evita afirmaciones generales como “todos siempre” o “nadie nunca”. Reconoce la complejidad y las distintas perspectivas. El discurso de Obama sobre raza en Filadelfia abordó las complejidades de la ira en comunidades negras y blancas.
Di verdades difíciles. Los buenos oradores dicen a su audiencia lo que necesita oír, no solo lo que quiere oír. John McCain defendió los orígenes de Obama ante una multitud hostil. Obama desafió a ejecutivos de Wall Street y defendió el derecho de Israel a existir mientras abogaba por los palestinos. Rachael Denhollander habló verdades dolorosas sobre abusos para responsabilizar a una institución poderosa.
8. Convierte tus palabras en hechos
Solo hablar no cocina el arroz.
Las palabras necesitan acción. Las palabras elocuentes son vacías sin acciones concretas. El discurso de Tim Geithner fracasó porque carecía de detalles sobre el plan de rescate financiero. Los oradores efectivos ofrecen una receta, no solo un diagnóstico.
Comparte lecciones aprendidas. Ofrece enseñanzas prácticas de tus propias experiencias que la audiencia pueda aplicar. El discurso de graduación del almirante McRaven compartió diez lecciones del entrenamiento SEAL, dando herramientas para la vida.
Ten un llamado claro. Toda presentación necesita un llamado a la acción. Sé específico sobre lo que quieres que haga tu audiencia. Acciones pequeñas y tangibles suelen ser más efectivas que apelaciones vagas a “apoyar”.
Enumera tus demandas. Si pides un cambio, articula claramente tus demandas, una por una. Kimberly Mata-Rubio, tras perder a su hija en Uvalde, listó medidas específicas de seguridad con armas que quería que el Congreso aprobara. La especificidad dificulta que los líderes las ignoren.
Lidera con el ejemplo. Respaldar tus palabras con acciones propias. No digas solo “voluntariado más”, comprométete a hacerlo tú mismo. La promesa de Robert F. Smith de pagar las deudas estudiantiles de graduados de Morehouse fue un acto poderoso que amplificó su mensaje e inspiró a otros.
9. Termina con esperanza
Tienes que terminar con esperanza.
Inspira, no paralices. Aunque el miedo puede motivar, también puede abrumar y llevar al fatalismo. La esperanza, basada en la creencia de que el progreso es posible, es un motivador más sostenible. Termina tu discurso apelando al “sesgo optimista” de tu audiencia.
La esperanza es realista. No es optimismo ciego ni deseos ilusorios. Reconoce desafíos y obstáculos. Es la creencia de que algo mejor es posible si trabajamos y luchamos por ello. Prepara a tu audiencia para la dificultad, pero asegúrales que la meta es alcanzable.
La esperanza impulsa a la acción. La esperanza tiene que ver con metas, voluntad y caminos. Se corresponde con las acciones que pides a tu audiencia. La esperanza sin acción es falsa esperanza. Muéstrales que sus actos son la clave para realizar la visión.
Ofrece una visión. Da a tu audiencia una imagen clara del futuro mejor que les espera si actúan. Esta visión sirve como meta para organizar y medir sus esfuerzos. La visión de Felix Finkbeiner de plantar un billón de árboles movilizó un movimiento global.
La esperanza es contagiosa. Tu esperanza puede inspirar esperanza en otros. La perseverancia de Cory Remsburg en su recuperación se convirtió en fuente de esperanza para millones. Termina tu discurso con tu historia más esperanzadora, una pregunta que desafíe o una visión realizada. Deja a tu audiencia con ganas de más, empoderada para actuar.
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Reseñas
Say It Well ha recibido críticas abrumadoramente positivas, con lectores que valoran sus consejos prácticos sobre oratoria y redacción de discursos. Muchos aprecian las revelaciones detrás de escena sobre la presidencia de Obama y las experiencias personales de Szuplat. Los lectores consideran que el libro está bien estructurado, es fácil de leer y aplicable a diversas situaciones comunicativas. Algunos destacan consejos específicos, como escribir los discursos en forma de guion y mantener el contacto visual. Aunque unos pocos mencionan que quizá no sea para todos, la mayoría lo recomienda tanto para oradores experimentados como para principiantes que desean mejorar sus habilidades comunicativas.
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