Puntos clave
1. Las ansiedades modernas señalan una crisis en la actividad humana
Lo que propongo, por tanto, es muy simple: nada más que pensar en lo que estamos haciendo.
Sputnik y la automatización. El lanzamiento del Sputnik y el auge de la automatización en los años 50 evidencian cambios profundos en la condición humana. Sputnik simboliza la posible huida de la humanidad de la Tierra, mientras que la automatización promete liberación del trabajo. Sin embargo, estos hechos despiertan ansiedad más que triunfo, lo que sugiere una crisis más profunda.
Rebelión contra la existencia dada. La humanidad parece poseída por el deseo de escapar de sus limitaciones terrenales y rehacerse mediante la ciencia y la tecnología. Esta rebelión desafía los límites naturales y plantea preguntas fundamentales sobre qué significa ser humano. La capacidad de destruir la vida orgánica o crear vida artificial nos obliga a enfrentar decisiones que la ciencia sola no puede resolver.
Predomina la falta de reflexión. A pesar de un poder sin precedentes, una “falta de pensamiento” generalizada caracteriza esta época. Somos capaces de hazañas increíbles, pero nos cuesta comprender su sentido o consecuencias. Arendt nos invita a reconsiderar nuestras actividades humanas desde la perspectiva de estas nuevas experiencias y temores, instándonos simplemente a “pensar en lo que estamos haciendo”.
2. La Vita Activa: Labor, trabajo y acción
Con el término vita activa propongo designar tres actividades humanas fundamentales: labor, trabajo y acción.
Tres actividades esenciales. Arendt distingue tres actividades humanas fundamentales que corresponden a condiciones básicas de la vida en la Tierra: labor, trabajo y acción, que forman el núcleo de la “vida activa”. Cada actividad es distinta y se relaciona de manera diferente con la condición humana.
Definición de labor, trabajo y acción.
- Labor: Corresponde al proceso biológico, necesario para la supervivencia del individuo y la especie. Su condición es la vida misma.
- Trabajo: Corresponde a la artificialidad de la existencia humana, construyendo un mundo artificial de cosas duraderas. Su condición es la mundanidad.
- Acción: Corresponde a la pluralidad, al hecho de que los hombres viven entre hombres, revelando identidades únicas mediante el habla y el acto. Su condición es la pluralidad.
Enraizadas en la natalidad y la mortalidad. Las tres actividades están ligadas al nacimiento y la muerte. La labor asegura la supervivencia, el trabajo proporciona durabilidad frente a la mortalidad, y la acción, especialmente a través de la fundación de cuerpos políticos, crea memoria e historia. La acción está más vinculada a la natalidad, pues cada nuevo nacimiento trae la capacidad de nuevos comienzos.
3. Distinción antigua: el hogar privado frente a la polis pública
Según el pensamiento griego, la capacidad humana para la organización política no solo es diferente, sino que se opone directamente a esa asociación natural cuyo centro es el hogar (oikia) y la familia.
Reinos opuestos. Los antiguos griegos distinguían claramente el ámbito privado del hogar (oikia) del ámbito público de la ciudad-estado (polis). El hogar era la esfera de la necesidad, gobernada por el cabeza de familia para asegurar la supervivencia. La polis era la esfera de la libertad, donde los ciudadanos se encontraban como iguales.
Necesidad versus libertad. Las actividades en el hogar, como la labor, estaban impulsadas por necesidades y deseos, consideradas prepolíticas e incluso esclavistas. La libertad se encontraba exclusivamente en la polis, donde los ciudadanos participaban en la acción y el discurso, trascendiendo el mero mantenimiento de la vida. Dominar la necesidad en el ámbito privado era requisito para la libertad en el público.
Igualdad entre pares. La igualdad en la polis significaba vivir entre iguales, libres de la dinámica de mando y obediencia del hogar. Esta igualdad no era universal, sino que presuponía una clase de “desiguales” (esclavos, extranjeros) excluidos del ámbito político. El coraje era la virtud clave, necesaria para abandonar la seguridad del ámbito privado y entrar en el espacio público expuesto.
4. El auge del ámbito social difumina las fronteras
La aparición de la sociedad —el surgimiento de la administración doméstica, sus actividades, problemas y dispositivos organizativos— desde el interior sombrío del hogar hacia la luz de la esfera pública, no solo ha difuminado la antigua frontera entre lo privado y lo político, sino que ha cambiado casi irreconociblemente el significado de ambos términos y su importancia para la vida del individuo y del ciudadano.
El hogar se hace público. La modernidad vio el surgimiento de un nuevo ámbito, el “social”, donde actividades antes confinadas al hogar privado entraron en la esfera pública. La administración doméstica y las preocupaciones económicas se convirtieron en asuntos colectivos, transformando la organización política en una forma de “administración colectiva” o economía nacional.
El comportamiento reemplaza a la acción. La sociedad exige conformidad y espera que sus miembros se comporten según normas, en lugar de actuar de manera única. Este énfasis en el comportamiento, medible y predecible, es la base de las ciencias sociales modernas como la economía y la estadística. Contrasta marcadamente con el ámbito público antiguo, reservado para la distinción individual mediante la acción.
Igualdad del conformismo. La igualdad moderna, a diferencia de la igualdad política antigua, se basa en el conformismo inherente a la sociedad. Es una igualdad de semejanza, parecida a la igualdad de los miembros del hogar ante el cabeza de familia, pero ahora impuesta por el poder colectivo de la sociedad misma. Esta igualdad social ha conquistado el ámbito público, haciendo de la distinción un asunto privado.
5. Labor: la necesidad cíclica de la vida
Todo lo que produce la labor está destinado a ser consumido casi de inmediato en el proceso vital humano, y este consumo, que regenera el proceso vital, produce —o más bien reproduce— nueva “fuerza de trabajo”, necesaria para el sustento continuo del cuerpo.
Metabolismo con la naturaleza. La labor es la actividad ligada al metabolismo del cuerpo con la naturaleza, produciendo necesidades para el consumo inmediato. Este proceso es cíclico e interminable, dictado por las necesidades biológicas del organismo vivo. Sus productos, como los alimentos, se consumen rápidamente y desaparecen.
Productividad como fertilidad. La modernidad, especialmente a través de Marx, glorificó la labor por su “productividad”. Sin embargo, esta productividad no consiste en crear cosas duraderas, sino en la pura fertilidad de la “fuerza de trabajo” humana, capaz de producir un excedente más allá de las necesidades inmediatas. Este excedente, como la abundancia de la naturaleza, está ligado al potencial de multiplicación de la vida.
Futilidad y ausencia de mundo. La labor es inherentemente fútil desde una perspectiva mundana, pues no deja nada duradero. El animal laborans, impulsado por la necesidad, está absorbido en el proceso vital mismo, ajeno al mundo de las cosas duraderas. Esta ausencia de mundo no es un retiro activo, sino un encarcelamiento dentro de las necesidades del cuerpo.
6. Trabajo: construir un mundo humano duradero
La durabilidad del artificio humano no es absoluta; el uso que hacemos de él, aunque no lo consumamos, lo desgasta.
Fabricar el mundo. El trabajo, actividad del homo faber, crea el mundo artificial de cosas que proporciona estabilidad y permanencia a la existencia humana. A diferencia de los productos de la labor, los productos del trabajo están hechos para ser usados, no consumidos, y poseen una durabilidad que supera la vida individual.
Reificación y permanencia. El trabajo implica reificación, transformar la materia en objetos duraderos bajo la guía de un modelo o idea. Este proceso requiere fuerza y un elemento de violencia contra la naturaleza (por ejemplo, talar un árbol). La permanencia del modelo, que sobrevive al producto terminado, influyó en la doctrina platónica de las ideas.
Utilidad y falta de sentido. El mundo del trabajo está gobernado por las categorías de medios y fines, utilidad y provecho. Sin embargo, una perspectiva estrictamente utilitarista lucha por encontrar un sentido último, pues todo fin puede convertirse en medio para otro fin ulterior. La pregunta “¿Para qué sirve el uso?” revela este dilema, que puede conducir a la devaluación del mundo mismo.
7. Acción: revelar identidad y comenzar nuevos comienzos
Con palabra y obra nos insertamos en el mundo humano, y esta inserción es como un segundo nacimiento, en el que confirmamos y asumimos el hecho desnudo de nuestra aparición física original.
Palabra y obra. La acción y el habla son las actividades mediante las cuales los humanos se muestran unos a otros como individuos únicos, revelando “quién” son. Esta revelación es distinta de mostrar “qué” son (cualidades, talentos). Es una iniciativa, un “segundo nacimiento”, que responde al hecho de la natalidad.
Pluralidad y unicidad. La acción solo es posible entre una pluralidad de individuos distintos. Si todos fueran iguales, la acción y el habla serían innecesarias. La unicidad es la expresión humana de la diferencia, que hace de cada persona un principiante capaz de iniciar algo nuevo e inesperado.
La red de relaciones. La acción y el habla crean una “red” de relaciones humanas, un entretejido intangible pero real que existe dondequiera que las personas conviven. Esta red es el ámbito de los asuntos humanos, donde se representan y revelan historias, aunque ningún actor sea autor del relato global.
8. La fragilidad de la acción: imprevisibilidad e irreversibilidad
La fragilidad de las instituciones y leyes humanas y, en general, de todo lo relativo a la convivencia humana, surge de la condición humana de la natalidad y es independiente de la fragilidad de la naturaleza humana.
Inmensidad e imprevisibilidad. La acción, a diferencia del trabajo, nunca se realiza en aislamiento y sus consecuencias son ilimitadas e imprevisibles. Actuar en la red de relaciones significa que toda reacción puede desencadenar una cadena que afecta a otros de maneras inesperadas. Esta imprevisibilidad es inherente, no solo producto de la complejidad.
Irreversibilidad. Una vez realizada una acción, sus consecuencias no pueden deshacerse. El actor queda atrapado en el proceso que inició, siendo a la vez autor y víctima de sus actos. Esta irreversibilidad, junto con la imprevisibilidad, hace que el ámbito de los asuntos humanos sea inherentemente frágil e incierto.
Escape hacia la regla. A lo largo de la historia, ha existido la tentación de escapar de la fragilidad de la acción sustituyéndola por la fabricación o el gobierno. La monarquía, la tiranía e incluso ciertas formas de democracia basadas en el mando y la obediencia intentan imponer la fiabilidad de la fabricación sobre los asuntos humanos. Esto elimina la pluralidad y el ámbito público, pero no puede eliminar lo inesperado.
9. Remedios de la acción: el perdón y el poder de la promesa
La posible redención del problema de la irreversibilidad —la imposibilidad de deshacer lo hecho aunque no se supiera ni pudiera saberse lo que se hacía— es la facultad de perdonar.
Perdonar el pasado. El remedio para la irreversibilidad de la acción es la facultad de perdonar. El perdón libera tanto al autor como al afectado de las consecuencias de un acto, rompiendo la cadena de venganza. Es una reacción inesperada que actúa de nuevo, sin condicionamientos del pasado.
Prometer el futuro. El remedio para la imprevisibilidad del futuro es la facultad de hacer y cumplir promesas. Las promesas crean “islas de seguridad” en el incierto océano del porvenir, proporcionando fiabilidad en las relaciones humanas. Permiten una forma limitada de soberanía sobre el futuro.
Dependencia de la pluralidad. Tanto el perdón como la promesa son potencialidades de la acción misma y dependen enteramente de la presencia de otros. Nadie puede perdonarse a sí mismo ni estar obligado por una promesa hecha solo a sí mismo. Estas facultades establecen principios para la convivencia basados en la liberación mutua y el compromiso mutuo, distintos del autogobierno.
10. El punto de Arquímedes y la alienación del mundo
Sin estar realmente donde Arquímedes deseaba estar (dos moi pou stō), aún atados a la Tierra por la condición humana, hemos encontrado la manera de actuar sobre la Tierra y dentro de la naturaleza terrestre como si dispusiéramos de ella desde fuera, desde el punto de Arquímedes.
Mirar desde fuera. La invención del telescopio y el auge de la ciencia moderna permitieron a la humanidad contemplar la Tierra desde una perspectiva cósmica, logrando un “punto de Arquímedes”. Este punto fuera de la Tierra posibilitó el descubrimiento de leyes universales aplicables tanto a cuerpos celestes como terrestres.
Alienación de la Tierra y del mundo. Esta perspectiva cósmica condujo a la “alienación de la Tierra”, un desapego de lo inmediato y terrenal. Unido a la “alienación del mundo” causada por la expropiación de la propiedad y el auge de la acumulación de riqueza, creó una condición moderna donde el hombre se distancia cada vez más tanto de la naturaleza como del artificio humano.
Ciencia del proceso. La ciencia moderna se convirtió en una ciencia del proceso, buscando entender “cómo” las cosas llegan a ser en lugar de “qué” son. El experimento, que imita procesos naturales, se volvió el método clave. Este enfoque, enraizado en la capacidad humana de acción (iniciar procesos), transformó la naturaleza en un sistema de procesos.
11. La inversión moderna: la actividad sobre la contemplación
La radicalidad de esta inversión está de algún modo oscurecida por otro tipo de inversión, con la que a menudo se identifica y que, desde Platón, ha dominado la historia del pensamiento occidental.
Declive de la contemplación. La modernidad presenció una inversión fundamental de la jerarquía tradicional donde la vita contemplativa era superior a la vita activa. La verdad y el conocimiento dejaron de ser recibidos pasivamente mediante la contemplación para ser producidos activamente mediante la acción. La contemplación misma perdió sentido.
El pensar al servicio del hacer. El pensamiento se redujo a sirviente del hacer, convirtiéndose en “cálculo de consecuencias”. La certeza ya no se hallaba en la contemplación de verdades eternas, sino en la introspección y el razonamiento matemático, que solo tratan con lo producido por la mente. Esto condujo a un enfoque en procesos internos.
Ascenso del homo faber. Inicialmente, las actividades del homo faber (hacer, fabricar) ganaron protagonismo, pues el conocimiento científico se obtenía mediante instrumentos y experimentos. El experimento mismo es una forma de hacer, imitando procesos naturales. La productividad y la creatividad se convirtieron en ideales supremos, reflejando los estándares del constructor.
12. La victoria del animal laborans y la posible pasividad
Es perfectamente concebible que la modernidad —que comenzó con un estallido de actividad humana sin precedentes y prometedor— termine en la pasividad más mortal y estéril que la historia haya conocido.
La vida como bien supremo. La victoria definitiva en la modernidad no fue para el homo faber, sino para el animal laborans. Esto fue facilitado por el énfasis cristiano en la sacralidad de la vida, que sobrevivió a la secularización. La vida misma, el proceso biológico, se convirtió en el bien supremo, por encima de todas las demás capacidades humanas.
Sociedad de trabajadores. El auge de la sociedad significó la afirmación del proceso vital de la especie. La labor, actividad ligada a este proceso, se convirtió en la actividad humana dominante, reduciendo todas las demás a medios para “ganarse la vida”. La productividad se equiparó con la fertilidad de la vida, llevando a un énfasis en la abundancia y el consumo.
Amenaza de pasividad. El triunfo moderno sobre la necesidad mediante la automatización corre el riesgo de crear una sociedad de trabajadores sin trabajo. El tiempo libre se consume, y el foco en el proceso vital y el consumo amenaza con aniquilar el mundo de las cosas duraderas y el espacio para la acción. Esto podría conducir a una pasividad estéril, a pesar del poder sin precedentes. Sin embargo, la capacidad inherente para la acción, enraizada en la natalidad, sigue siendo fuente de potenciales nuevos comienzos.
Última actualización:
Reseñas
La condición humana es una obra filosófica compleja que explora los aspectos fundamentales de la existencia humana. Arendt examina el trabajo, la labor y la acción como componentes clave de la vida activa, contrastándolos con la contemplación. Analiza los ámbitos público y privado, el impacto de la modernidad en la actividad humana y la importancia del compromiso político. Aunque algunos lectores encuentran el libro desafiante, muchos elogian su originalidad, profundidad y relevancia para los problemas contemporáneos. Las reflexiones de Arendt sobre la tecnología, el consumismo y la difuminación de las esferas pública y privada siguen resonando en los lectores décadas después de su publicación.
Similar Books








