Puntos clave
1. El artista destruye y crea, reflejando el ciclo de la vida.
“Yo revoluciono,” como dijo Blaise Cendrars de sí mismo.
Destrucción creativa. El artista, al igual que la naturaleza, es una fuerza de destrucción creativa. Debe rechazar a sus predecesores, romper las formas existentes y abrazar la disolución para afirmar su propia visión y dar vida a algo nuevo. Este proceso no va contra el orden mundial, sino que es un aspecto fundamental de él.
Vivir y morir. El artista vive muchas vidas al morir repetidamente en su obra. Se entierra en sus creaciones para alcanzar una forma de inmortalidad negada al ser físico. Este ciclo constante de muerte y renacimiento es la esencia misma de su poder creativo y su venganza sobre la vida.
Más allá de la conservación. En una época de disolución, la liquidación es una virtud. El artista no busca conservar ni fortalecer estructuras que se desmoronan, sino que acoge las influencias disolventes. La decadencia se ve como una expresión tan maravillosa y rica de la vida como el crecimiento, reflejando el flujo natural y anárquico del universo.
2. La verdadera sabiduría reside en aceptar todo el espectro de la vida, incluyendo el sufrimiento y la muerte.
No hay nada que no sea mejor aceptar, aunque sea la expresión de la mala voluntad de nuestro enemigo.
La aceptación es clave. El arte de vivir se basa en aceptar todos los aspectos de la vida — lo bueno y lo malo, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte. Esta entrega incondicional convierte una existencia estática y defensiva en una danza dinámica, que conduce a la metamorfosis y la plenitud.
Más allá de la evasión. El miedo impulsa al hombre a escapar de la realidad, temiendo incluso sus propios temores. Esto crea un “Paraíso de la neurosis.” La sabiduría surge al enfrentar el mundo tal como es, aceptando las dificultades, la enfermedad y la muerte no como enemigos a vencer, sino como partes integrales del todo.
El camino largo. La senda de la sabiduría es el “camino largo,” que implica la asimilación de la experiencia, la obediencia y la disciplina a través del crecimiento natural. Esto contrasta con la noción occidental de “progreso” como una línea recta a través de obstáculos, que al final se autoderrota.
3. Más allá del intelecto: el cuerpo y la intuición guardan verdades más profundas.
Aprendo menos y me doy cuenta más: aprendo de una manera diferente, más subterránea.
La sabiduría del cuerpo. La verdadera sabiduría alcanza su cima cuando se reconoce el carácter fundamental, arraigado y sagrado del cuerpo. El pensamiento se marchita en las ramas más altas del árbol de la vida; el misterio del Soma se redescubre al cavar en las raíces del ser.
Acción intuitiva. El hombre completo actúa no instintivamente (lo cual puede ser pervertido) sino intuitivamente, porque sus deseos están alineados con la ley de la vida. Esto requiere obedecer la ley más profunda del amor, basada en la tolerancia absoluta y en permitir que las cosas sean como son.
Más allá de las definiciones. Las verdades más profundas se vuelven inexpresables y no pueden ser captadas solo por el intelecto. Entender no es desentrañar un misterio, sino aceptarlo y vivir felizmente dentro de él. Esta comprensión intuitiva es una forma diferente, más subterránea, de conocer.
4. La ilusión de la modernidad: el progreso oculta el miedo y la muerte en vida.
Este sistema que llamamos normalidad, y es en este mundo desordenado donde criamos a nuestros hijos a un costo tan alto.
Muerte en vida. La civilización moderna se caracteriza por un miedo a la vida, una “muerte en vida” donde el hombre es sacrificado a la mera existencia. Este estado es un Purgatorio de lucha incesante, un deseo inútil de existencia interminable y sin sentido.
Falso progreso. La idea occidental de progreso es una línea recta a través de barreras impenetrables, creando dificultades y derrotándose a sí misma. Esto contrasta con el enfoque oriental de usar los obstáculos como ayudas, como en el jujitsu.
Evasión de la realidad. La sociedad moderna es un “paraíso de escapistas,” fija en conceptos como la “normalidad.” La ciencia mide lo visible pero desprecia lo invisible; la religión subdivide; el arte explota la imitación; la educación mecaniza; la ley elimina agresivamente; los entretenimientos son mecanizados. Este mundo desordenado es un refugio del realismo.
5. La autenticidad requiere abrazar la propia naturaleza única, a menudo contradictoria.
Es precisamente esta capacidad de estar solo, y no sentirse culpable ni acosado por ello, de la que la persona común es incapaz.
Descubrir el destino. El verdadero problema no es llevarse bien con los vecinos o contribuir al país, sino descubrir el propio destino y vivir en armonía con el ritmo cósmico. Esto exige vivir completamente para uno mismo, sin egoísmo, y dar todo lo que se tiene para dar.
Más allá de la manada. El americano, aunque se mueve con la manada, es instintivamente un traidor al grupo, al país y a la tradición. Busca una oportunidad para sí mismo, aunque eso signifique destrucción. Esto contrasta con el hombre común europeo, a menudo atrapado por intrigas nacionales, que posee grandeza y dignidad pero poca esperanza como individuo.
Aceptar la anormalidad. Es mejor estar solo y sentirse normal respecto a la propia anormalidad, haciendo solo lo necesario para ser uno mismo. Esto contrasta con el deseo de seguridad externa y la búsqueda interminable de posesiones, que al final son indefendibles.
6. La realidad es un misterio fluido y simbólico, no un hecho fijo.
El mundo es un sueño que se realiza momento a momento, solo que el hombre está profundamente dormido en medio de su creación.
No hay hechos sólidos. No existen hechos sólidos a los que aferrarse; todo es ilusorio y transparente. Todos los fenómenos, incluido el hombre y sus pensamientos, son un alfabeto móvil y cambiante. Las distorsiones y deformaciones en el arte pueden estar tan cerca de la verdad como los relatos objetivos.
Lenguaje simbólico. El lenguaje más allá de las palabras, revelado en el estilo, es la verdadera expresión del hombre. El artista adopta el símbolo, la metáfora y el ideograma para crear una realidad adecuada a sus deseos y sueños inconscientes, una “mentira que encanta y esclaviza a los hombres.”
Anclado en el flujo. El artista se ancla en el flujo de la realidad, adoptando una “máscara mentirosa” para revelar la verdad. Su obra es un levantamiento geodésico de su vida, conectada vitalmente a cada experiencia, incluso a los vacíos inconclusos, que son agudos, duros y duraderos.
7. Amanece una nueva era de transformación espiritual.
Esta es la Era Apocalíptica cuando todas las cosas se manifestarán ante nosotros.
Transición y crisis. Estamos atravesando un período oscuro y de transición, un “solsticio equinoccial del alma.” Esta crisis de conciencia implica desastre e iluminación, un momento en que la tierra parece detenerse antes de oscilar de nuevo.
La era del Espíritu Santo. Entramos en la era del Espíritu Santo, renunciando al fantasma del yo muerto para entrar en un nuevo dominio. Esto no es muerte sino un “Scheintot,” donde el viejo eje se rompe y nos deslizamos hacia un orden nuevo e impensable.
Más allá de las formas antiguas. La destrucción completa de nuestro mundo cultural es una bendición disfrazada. Los viejos surcos de raza, religión y nacionalidad se disolverán, reemplazados por una comunidad de intereses basada en el ser humano, no en el animal. Este nuevo clima integrará el cuerpo en el cuerpo del mundo.
8. Abrazar el destino significa entregarse al flujo, no resistirse al destino.
Cada hombre tiene su propio destino: el único imperativo es seguirlo, aceptarlo, sin importar a dónde lo lleve.
Más allá de la lucha. Se llega más cerca del corazón de la verdad al cesar la lucha y abandonar la voluntad. El gran escritor, como el universo, se mueve sin esfuerzo desde un centro desconocido, simbolizando la vida no perfecta.
Aceptar la responsabilidad. Cuando el artista reconoce su destino, acepta la responsabilidad del liderazgo, obedeciendo solo a su propia conciencia. Vive sus ideas únicas, convirtiéndose en un signo del Destino mismo, encarnando el drama de la vida individual que debe abrazar la disolución.
Atreverse es fatal (o no). “Ningún atrevimiento es fatal,” dijo René Crevel. Esto es cierto si uno está unificado. Dividido, todo es fatal. Atreverse, crear desde un apoyo frágil, conduce a una posición misteriosa X del artista, un anclaje más allá del conocimiento o la habilidad.
9. La visión y la percepción revelan lo sagrado en lo cotidiano.
El ojo cosmológico, persistente a través de la ruina y la perdición, impermeable, informe, viendo solo lo que es.
Visión normal. Los verdaderos artistas como Brassai poseen “visión normal,” viendo el mundo tal como es, sin distorsión ni necesidad de mentir. Este don raro les permite detectar novedad y perfección en el fragmento, el defecto y lo común.
El poder del ojo. El ojo del artista es una entidad viva, capaz de penetrar la realidad, revelar estructuras ocultas y transferir personalidad a los objetos. Este “ojo cosmológico” ve el mundo como una sustancia creativa única, nacida de la oscuridad y regresando a ella.
La unicidad en todo. Al desprender la voluntad personal, el artista descubre personalidad en todas partes. Los objetos adquieren unicidad y significado cuando se contemplan con asombro, no solo estéticamente o pragmáticamente. Las cosas más banales, vistas por primera vez, revelan lo maravilloso.
10. La condición humana: un tapiz de amor, sufrimiento y paradoja.
El corazón no puede romperse.
Sufrir con resistencia. El corazón, aunque herido, no puede romperse. No conoce límites en su capacidad para soportar el sufrimiento y el tormento. La vida puede vivirse en niveles muy diferentes, pareciendo casi extinta en algunos casos, pero aún latiendo con vitalidad.
Amor y brutalidad. El actor francés, como Raimu, encarna una mezcla curiosa de ternura y brutalidad, revelando una comprensión apasionada de lo humano. Esto contrasta con la tendencia americana hacia expresiones extremas y vacías de violencia o alegría.
Buscar conexión. Incluso quienes rechazan la sociedad, como el veterano alcohólico, revelan una profunda necesidad humana de conexión y comprensión. Sus historias, por distorsionadas que sean, son intentos de comunicar su angustia y encontrar una respuesta en otros.
11. La dualidad nos define, la plenitud es la meta.
El hombre de hoy, el hombre del período de transición, dividido y a caballo entre dos mundos, preñado del germen del futuro, está verdaderamente crucificado por su dualidad.
Interior y exterior. El hombre se define por la dualidad: el mundo de la realidad exterior (acción) y el mundo de la realidad interior (pensamiento). El arte sirve como fulcro, pero se desgasta, requiriendo figuras heroicas que se ofrezcan como apoyo.
La conciencia dividida. La expansión del universo conocido, como la exploración renacentista o el descubrimiento psicoanalítico del inconsciente, implica una división en la conciencia. Las naciones modernas exhiben esquizofrenia, su actividad es símbolo de impotencia para superar esta división.
Hacia la integración. Las perturbaciones de la época indican un movimiento hacia la totalidad y la integración. La lucha es entre el instinto de muerte y el instinto de vida, una guerra interna entre el hombre real y el ideal. El hombre ideal debe perecer para que el ser humano real emerja completo.
12. Vive plenamente ahora: el momento presente es la única realidad.
El mejor mundo es aquel que es ahora, en este mismo instante.
No postergar. La vida para la mayoría es una larga postergación, impulsada por el miedo. Los sabios aceptan el mundo como un vientre, un lugar donde las cosas se engendran, viviendo en un estado intenso de conciencia sin miedo al pasado ni al futuro.
El mundo como acto. Todo lo que existe, existe por decreto; el mundo es un acto, quizás un acto de pensamiento. Lo importante para el hombre es nacer en el mundo tal como es, el mundo del AHORA, aceptando sus contradicciones y viviéndolo plenamente.
Más allá de la búsqueda. Los hombres buscan la vida con sed, pero sus ojos están en la nuca. La vida solo puede ser aprehendida por el organismo completo, sentida directamente, sin exigir pruebas. Es simple, asombrosamente simple, y el milagro está constantemente a nuestro alcance si dejamos de intentar evadirlo.
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Reseñas
La sabiduría del corazón es una recopilación de ensayos y relatos breves de Henry Miller que genera opiniones encontradas. Muchos lectores valoran su estilo directo y sincero, así como sus profundas reflexiones filosóficas sobre el arte, la vida y la experiencia humana. Aprecian especialmente su indagación en temas como la creatividad, la identidad y la espiritualidad. Sin embargo, hay quienes consideran que algunos ensayos resultan pretenciosos o difíciles de seguir. En comparación con las obras más conocidas de Miller, este libro es menos polémico, centrando su atención en sus meditaciones intelectuales. En conjunto, se reconoce como una obra importante que revela la pasión y la introspección propias de su escritura.