Puntos clave
1. La generosidad es la verdadera buena vida
“Vivir a lo grande” en realidad nos empequeñece. Vivir “la buena vida” (según la define nuestra cultura) conduce a perdernos la mejor vida.
Una verdad contracultural. El mundo grita que acumular dinero y gastarlo en uno mismo es el camino hacia la felicidad y la “buena vida”. Sin embargo, esto es una mentira profunda. Jesús enseñó una verdad radical: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35). Esta paradoja revela que la verdadera alegría y la satisfacción profunda se encuentran en la generosidad, no en la autoindulgencia.
Más allá de las necesidades básicas. Aunque el dinero es necesario para cubrir necesidades básicas como alimento, vivienda y ropa, más allá de ese punto puede volverse perjudicial. Por ejemplo, los estilos de vida financiados con deudas suelen conducir a la depresión, ansiedad y estrés, justo lo contrario de una buena vida. La avaricia y la tacañería son, de hecho, recetas perfectas para la miseria.
El diseño de Dios. La generosidad es lo mejor que Dios quiere para nosotros, diseñada para expandir y enriquecer nuestras vidas. Es una aventura que trae placer duradero y que trasciende esta vida hacia la eternidad. Estudios científicos, como los de los sociólogos Christian Smith y Hilary Davidson, confirman que dar se correlaciona positivamente con mayor felicidad personal, mejor salud física y un sentido más fuerte de propósito.
2. La riqueza material no puede comprar la felicidad
Una cosa está clara: lo que nos venden y anuncian sin cesar como la buena vida no es la vida abundante que Jesús prometió.
La ilusión de la abundancia. A pesar de la creencia generalizada, el dinero, la fama y las posesiones no garantizan la felicidad. Las trágicas historias de celebridades como Owen Wilson, o el hecho de que Estados Unidos, un país próspero, tenga una tasa de suicidio per cápita más alta que Sudán, devastado por la guerra, ilustran este punto con crudeza. Jesús advirtió explícitamente: “Cuídense de toda avaricia; la vida no consiste en la abundancia de los bienes” (Lucas 12:15).
La necedad del rico insensato. La parábola del rico insensato de Jesús destaca el peligro de acumular tesoros terrenales. El hombre planeó años de comodidad, pero Dios lo llamó “necio” porque no se preparó para la muerte y el juicio inevitables. Su éxito a los ojos del mundo no valió nada en la perspectiva eterna de Dios.
- La filosofía del rico insensato: “Descansa, come, bebe y disfruta la vida.”
- El juicio de Dios: “Necio, esta noche morirás.”
- La lección: Acumular tesoros para uno mismo sin ser rico para con Dios es una necedad.
Bancarrota espiritual. El materialismo, aunque a menudo disfrazado de “buena vida”, puede llevar a la bancarrota espiritual. Ahoga, aplasta y bloquea nuestra conexión con Jesús. La verdadera vida viene de Dios, y es una existencia vibrante y desbordante que puede experimentarse incluso en circunstancias difíciles, como la mujer alegre con una cojera severa.
3. Dios es dueño de todo; nosotros somos administradores
Todo lo que tengo y todo lo que soy viene de Dios, le pertenece a Él, y yo soy su administrador.
Propiedad divina. La verdad fundamental para vivir generosamente es reconocer que Dios es dueño de todo. La Escritura lo afirma una y otra vez: “La tierra es del SEÑOR, y todo lo que hay en ella” (Salmo 24:1). No somos dueños, sino meros administradores, encargados de manejar los bienes de Dios. Nuestro papel es manejar sus recursos con integridad, consultándolo sobre su uso.
La responsabilidad del administrador. Como administradores de Dios, somos responsables de cómo gestionamos sus posesiones. “Se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2). No reconocer la propiedad de Dios nos convierte en malversadores, usando lo que es suyo para nuestros propios fines. Esta comprensión es un poderoso antídoto contra el orgullo y la posesividad.
Repensar qué es ser “rico”. La mayoría de los lectores, según estándares globales e históricos, son “ricos”. Una familia que vive en el nivel de pobreza en Estados Unidos está aún en el 2% superior de ingresos a nivel mundial. Esto significa que los mandatos bíblicos para los ricos, como los de 1 Timoteo 6:17-19, nos aplican directamente. Dios nos confía la riqueza no para nuestro exceso, sino para que “abundemos en toda buena obra” (2 Corintios 9:8).
4. El amor exige acción generosa
Puedes dar sin amar, pero no puedes amar sin dar.
El amor en acción. Los mandamientos más grandes de Jesús son amar a Dios y amar al prójimo. Este amor no es solo un sentimiento, sino una expresión activa y tangible. “Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18). Ya sea cuidando a los pobres físicos o compartiendo el evangelio con los espiritualmente necesitados, el amor genuino siempre implica dar de nosotros mismos y de nuestros recursos.
El ejemplo de Dios. Dios mismo es el dador supremo, demostrando su amor al dar a su “Hijo unigénito” (Juan 3:16). Si decimos amar a Dios, debemos seguir su ejemplo. Retener nuestra compasión y recursos de quienes necesitan es retener el amor de Dios para ellos.
- Amar significa encontrar la manera de ayudar al niño hambriento.
- Amar significa dar tiempo y dinero para cuidar a un desconocido.
- Amar significa compartir las buenas nuevas de Jesús.
El dador alegre. Aunque dar es un mandato, Dios desea que provenga de un lugar de gozo. “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Esta alegría nace de entender que dar trae más felicidad que recibir, una verdad respaldada tanto por la Escritura como por la investigación moderna. Nuestros corazones están diseñados para hallar gozo en servir a otros.
5. Dar es una inversión eterna
No es necio quien da lo que no puede conservar para ganar lo que no puede perder.
Enviar tesoros adelante. A diferencia de los tesoros terrenales, sujetos a polilla, óxido y ladrones, dar nos permite “acumular tesoros en el cielo” (Mateo 6:20). Este es el “Principio del Tesoro”: no puedes llevártelo contigo, pero sí puedes enviarlo por adelantado. Lo que damos al Reino de Dios se “toca con la inmortalidad”, volviéndose seguro y generando dividendos eternos.
Retornos incomparables. Invertir en el Reino de Dios ofrece un “Retorno Eterno de la Inversión” (REI) que supera con creces cualquier ganancia terrenal. Pablo animó a los filipenses a dar, no porque necesitara sus dones, sino “para que se les reconozca más crédito” (Filipenses 4:17). Esta ganancia eterna incluye:
- A Dios mismo como nuestro tesoro principal.
- El cielo como nuestro lugar seguro.
- Recompensas eternas, como puestos de servicio y relaciones preciadas.
Un intercambio gozoso. La parábola del tesoro escondido (Mateo 13:44) ilustra la alegría de cambiarlo todo por algo infinitamente más valioso. El joven rico, sin embargo, se aferró trágicamente a su riqueza terrenal, perdiendo la verdadera ganancia duradera. Dar no es una pérdida, sino un intercambio estratégico de moneda temporal por riqueza imperecedera.
6. El contentamiento se encuentra en Dios, no en las posesiones
La piedad con contentamiento es gran ganancia.
Riqueza verdadera redefinida. En un mundo obsesionado con acumular bienes materiales, la verdadera riqueza se encuentra en “la piedad con contentamiento” (1 Timoteo 6:6). Esto significa estar satisfechos en de quién somos (de Dios), quién somos (hijos de Dios) y qué tenemos (su provisión). Este contentamiento no depende de circunstancias favorables ni de abundancia material, sino de la presencia y amor inquebrantables de Dios.
Una habilidad aprendida. El contentamiento no es natural; debe aprenderse. El apóstol Pablo, a pesar de enfrentar circunstancias extremas, declaró: “He aprendido a contentarme con lo que tengo” (Filipenses 4:11). Este aprendizaje implica una resolución firme de confiar en Cristo como nuestra suficiencia, reconociendo que nunca nos abandonará.
Con las manos vacías. Entramos y salimos de este mundo sin nada (1 Timoteo 6:7). Aferrarse a las posesiones es un intento inútil de llevarse lo que no se puede llevar. Saber que el dinero y las cosas no pueden satisfacernos verdaderamente nos libera para mirar a Jesús, quien es suficiente para todas nuestras necesidades. Cuando tenemos alimento, ropa y techo básicos, tenemos todo lo que realmente necesitamos.
7. Huye del amor al dinero; persigue la piedad
Huir del amor al dinero trae libertad de esclavitud, inseguridad, incertidumbre, preocupación, vacío y confusión.
Corre por tu vida. La orden de Pablo de “huir de todo esto” (1 Timoteo 6:11)—refiriéndose a la ruina y destrucción causada por el amor al dinero—es un llamado dramático a la acción. Tiene la misma urgencia que “huir de la inmoralidad sexual”. El amor al dinero es un desvío peligroso que atrae sutilmente a los creyentes fuera de su fe, conduciéndolos a la vagancia espiritual y al sufrimiento autoinfligido.
La búsqueda de la virtud. En lugar de perseguir la riqueza, se nos manda “perseguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la mansedumbre” (1 Timoteo 6:11). Estas virtudes, frutos del Espíritu Santo, se obtienen por el poder de Dios y conducen a una vida de verdadera abundancia. Esta es la “buena batalla de la fe”, una disciplina espiritual contra el atractivo del materialismo.
Aferrarse a la vida eterna. Se nos llama a “aferrarnos a la vida eterna” (1 Timoteo 6:12), que no es solo un destino futuro, sino una vida vibrante y de alta calidad que comienza ahora. Esto significa abrazar activamente las promesas de Dios e invertir en su Reino, en lugar de aferrarnos a los placeres fugaces y falsas promesas de este mundo. Nuestra generosidad nos ayuda a alcanzar esta vida verdadera.
8. Sé rico en buenas obras y dispuesto a compartir
Tu abundancia suplirá sus necesidades... Serás enriquecido en todo para que puedas ser generoso en toda ocasión.
Un mandato en cuatro partes. Dios instruye a los ricos a “hacer el bien, ser ricos en buenas obras, ser generosos y estar dispuestos a compartir” (1 Timoteo 6:18). Esto no es un consejo vago, sino un mandato claro para la benevolencia activa. “Hacer el bien” es la forma verbal de “bondad”, que en el Nuevo Testamento implica generosidad activa y ayudar a otros en su necesidad.
Redefiniendo la riqueza. Ser “rico en buenas obras” significa cambiar nuestro enfoque de acumular riquezas terrenales a acumular actos de bondad y servicio. Esto redefine lo que son las verdaderas riquezas, intercambiando posesiones temporales por impacto eterno. Dios prepara buenas obras para que las hagamos, y nuestra obediencia en ellas le agrada y trae recompensas.
Generosidad proactiva. Estar “dispuestos a compartir” significa tomar la iniciativa, no esperar a que otros pidan ayuda. Se trata de buscar activamente oportunidades para servir y dar, ya sea con contribuciones financieras, tiempo, energía o habilidades. Este enfoque proactivo convierte el dar en una aventura gozosa, conectando nuestros corazones con quienes servimos y con los propósitos de Dios.
9. Abraza la “vida que es verdaderamente vida” ahora
Así [mediante la generosidad] acumularán para sí un tesoro firme para el tiempo venidero, a fin de que echen mano de la vida verdadera.
Recompensa inmediata. El propósito último de la generosidad no son solo las recompensas futuras, sino permitirnos “echar mano de la vida que es verdaderamente vida” ahora mismo (1 Timoteo 6:19). Esta vida auténtica, contenta y vibrante es concedida por Jesús, la fuente de toda vida. Requiere decir conscientemente no a las falsas promesas del materialismo y abrazar la verdad de Dios.
Vida estratégica. Vivir y dar estratégicamente trae gozo y propósito. En lugar de simplemente “vivir con sencillez”, que no siempre beneficia a otros, se nos llama a “dar generosamente para que otros vivan”. Esto significa usar nuestros recursos para cubrir necesidades, ya sean locales o globales, y para avanzar el Reino de Dios.
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Un fundamento firme. Nuestra generosidad establece un “fundamento firme para el tiempo venidero” (1 Timoteo 6:19). Este fundamento no solo es fuerte, sino hermoso, reflejando la gloriosa Nueva Tierra descrita en Apocalipsis. Es una vida edificada sobre la roca de Cristo y la obediencia, segura ante las tormentas de este mundo.
10. No puedes dar más que Dios
¡La generosidad es divertida! No puedes imaginar cuán divertida hasta que la experimentas.
El don de dar. Probablemente Dios te ha dado el don espiritual de dar, especialmente si tienes acceso a recursos más allá de las necesidades básicas. Este don, a menudo pasado por alto, es crucial para cumplir el plan de Dios de evangelización mundial y aliviar el sufrimiento global. Ahora es tiempo de que “guerreros de la generosidad” se levanten y financien con alegría la difusión del evangelio.
El efecto boomerang. Dar generosamente no conduce a la escasez, sino a la abundancia. Jesús prometió: “Den, y se les dará; se les volcará en el regazo, apretado, sacudido y rebosando” (Lucas 6:38). A Dios le encanta darnos más de lo que damos, a menudo proveyendo de maneras inesperadas, como una lavadora que nunca se rompe o un ingreso financiero imprevisto.
Da ahora. No postergues el dar hasta salir de deudas o tener más dinero. Dar tarde es obedecer tarde. Aunque dejar una herencia es bueno, dar generosamente en vida te permite experimentar el favor de Dios, ver tu fe en acción y evitar la posible corrupción que la riqueza no ganada puede causar en futuras generaciones.
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- Gerard y Geraldine Low de Singapur ponen a prueba constantemente la provisión de Dios manteniendo sus compromisos de dar, incluso en crisis financieras.
Perspectiva eterna. Nuestras decisiones hoy, especialmente respecto a nuestros recursos, escriben nuestra autobiografía eterna. Tenemos una ventana limitada para invertir en lo que realmente perdura: Dios, su Palabra y su pueblo. Al dar generosamente, acortamos la distancia entre lo que damos ahora y lo que algún día desearíamos haber dado, abrazando la vida abundante que comienza hoy y dura para siempre.
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Reseñas
Dar es vivir bien ha recibido opiniones encontradas, con una calificación promedio de 4.03 sobre 5. Muchos lectores lo encuentran inspirador y desafiante, valorando especialmente su énfasis en la generosidad y la perspectiva eterna. Algunos aprecian los ejemplos tomados de la vida real y su base bíblica. Sin embargo, hay quienes critican su repetitividad, la falta de profundidad en temas complejos sobre la entrega y cierta simplificación excesiva. También se señala que es un libro algo extenso que podría haberse condensado. En conjunto, la obra invita a adoptar un estilo de vida generoso, aunque su enfoque parece estar más dirigido a quienes se acercan por primera vez a esta idea.
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