Puntos clave
1. La espiritualidad es esencial para ser plenamente humano y estar vivo
La gloria de Dios son hombres y mujeres que están plenamente vivos, plenamente humanos.
Espiritualidad y humanidad entrelazadas. Contrario a la creencia popular, la espiritualidad no se trata de escapar de nuestra humanidad, sino de abrazarla completamente. Es el camino para llegar a ser profundamente humanos y plenamente vivos. Este viaje implica:
- Desarrollar nuestra personalidad única
- Cultivar la conciencia y la presencia
- Abrazar nuestras emociones y experiencias corporales
- Vivir con autenticidad e integridad
Viaje humano universal. La espiritualidad no está limitada a personas religiosas o tipos de personalidad específicos. Es una dimensión fundamental de todos los seres humanos, moldeando cómo orientamos nuestras vidas en relación con aquello que está más allá de nosotros mismos. Nuestra espiritualidad guía nuestra respuesta a nuestros anhelos más profundos, canaliza nuestra vitalidad y proporciona el marco para dar sentido a nuestras vidas.
2. La verdadera espiritualidad abraza nuestra humanidad, no la evade
Sin asombro, abordamos la vida como un proyecto de autoayuda. . . . Sin asombro, las energías motivacionales para vivir bien son dominadas por la ansiedad y la culpa.
Anclada en la realidad. La espiritualidad auténtica no se trata de escapar de la condición humana, sino de abrazarla completamente. Esto incluye:
- Aceptar nuestros cuerpos, emociones y sexualidad
- Enfrentar nuestras limitaciones y vulnerabilidades
- Comprometerse con los detalles mundanos de la vida cotidiana
- Encontrar significado en el sufrimiento y la lucha
Integración, no separación. La verdadera espiritualidad integra todos los aspectos de nuestro ser: cuerpo, mente y espíritu. No crea falsas dicotomías entre lo sagrado y lo profano, o lo espiritual y lo material. En cambio, busca traer plenitud y alineación a todas las dimensiones de nuestras vidas.
3. Espíritu y alma son aspectos interconectados de nuestro ser
El espíritu es el fuego en el vientre que necesitamos si queremos vivir como humanos, no como máquinas. Es la energía vital que Freud llamó el instinto de vida.
Espíritu como vitalidad. El espíritu representa el aspecto dinámico y energizante de nuestro ser. Se asocia con:
- Pasión y entusiasmo
- Creatividad e inspiración
- Trascendencia y autoexpansión
- Conexión con lo divino o la realidad última
Alma como profundidad. El alma, por otro lado, representa el aspecto de arraigo y contención de nuestro ser. Se asocia con:
- Profundidad de experiencia y emoción
- Capacidad reflexiva y creación de significado
- Conexión con nuestro yo auténtico
- Enraizamiento en las realidades de la vida
Tanto el espíritu como el alma son esenciales para una espiritualidad equilibrada e integrada que apoya nuestro viaje de ser plenamente humanos.
4. La conciencia y el asombro son fundamentales para una espiritualidad con alma
La conciencia es la puerta tanto al momento presente como a lo trascendente.
Cultivar la conciencia. Desarrollar nuestra capacidad de conciencia es crucial para una vida con alma. Esto implica:
- Prestar atención a nuestras sensaciones corporales y emociones
- Estar presentes en el momento actual
- Notar los detalles de nuestro entorno
- Observar nuestros pensamientos sin quedar atrapados en ellos
Nutrir el asombro. El asombro nos abre a lo extraordinario dentro de lo ordinario. Implica:
- Abordar la vida con curiosidad y apertura
- Permitirse ser sorprendidos y deleitados
- Ver lo sagrado en las experiencias cotidianas
- Cultivar un sentido de asombro y reverencia por la vida
Prácticas como la meditación mindfulness, el caminar contemplativo y la expresión artística pueden ayudar a desarrollar la conciencia y el asombro.
5. Honrar la otredad de los demás nos conecta con lo divino
Honrar la otredad siempre ha sido un aspecto central del Islam, el Judaísmo y el Cristianismo, cada uno de los cuales entiende que más allá del otro inmanente está el Otro Trascendente.
Abrazar la diversidad. Honrar verdaderamente la otredad de los demás implica:
- Respetar diferentes perspectivas y experiencias
- Cultivar curiosidad sobre aquellos diferentes a nosotros
- Resistir la tentación de hacer que otros sean como nosotros
- Reconocer lo sagrado en cada persona
Diálogo y hospitalidad. Encuentros genuinos con otros requieren:
- Apertura a ser cambiados por la interacción
- Disposición a suspender nuestras suposiciones
- Crear espacio para compartir auténtico
- Practicar la escucha profunda y la empatía
Al honrar la otredad, nos abrimos a encontrar lo divino en lugares inesperados y expandimos nuestra capacidad de amor y compasión.
6. Abrazar la realidad nos ancla en una vida auténtica
No hay mayor desastre en la vida espiritual que estar inmerso en la irrealidad, ya que la vida se mantiene y nutre en nosotros por nuestra relación vital con realidades externas y superiores.
Enfrentar lo que es. Abrazar la realidad implica:
- Reconocer nuestras limitaciones y vulnerabilidades
- Aceptar tanto las experiencias agradables como las desagradables
- Confrontar nuestros aspectos sombríos y conflictos internos
- Dejar ir ilusiones y narrativas falsas
Vivir auténticamente. Anclarnos en la realidad nos permite:
- Desarrollar una autoconciencia genuina
- Tomar decisiones alineadas con nuestros verdaderos valores
- Cultivar la integridad en nuestras relaciones
- Encontrar significado en medio de los desafíos de la vida
Prácticas como el diario, la meditación y el diálogo honesto con personas de confianza pueden ayudarnos a abrazar la realidad más plenamente.
7. La presencia y la entrega nos abren a la transformación
La presencia es un regalo, pero también es una práctica. Es algo que podemos hacer que enriquecerá nuestra vida interior y nos permitirá, simplemente por nuestro ser, hacer lo mismo por los demás.
Cultivar la presencia. Estar plenamente presente implica:
- Desarrollar la quietud y el silencio interior
- Dejar ir distracciones y preocupaciones
- Abrirnos al momento actual
- Ofrecer nuestra atención indivisa a los demás
Practicar la entrega. La entrega no se trata de resignación, sino de:
- Liberar nuestra necesidad de control
- Aceptar lo que no podemos cambiar
- Confiar en una realidad más grande que nuestro ego
- Abrirnos a la transformación y el crecimiento
Tanto la presencia como la entrega requieren práctica continua y una disposición a dejar ir nuestros patrones habituales de pensamiento y reacción.
8. La espiritualidad con alma integra cuerpo, mente y espíritu
La espiritualidad se vuelve explícitamente religiosa cuando comienza a involucrar una relación personal con un punto de referencia auto-trascendente para la vida.
Integración holística. La espiritualidad con alma busca integrar todos los aspectos de nuestro ser:
- Honrar nuestros cuerpos y experiencias físicas
- Comprometer nuestras mentes y capacidades intelectuales
- Nutrir nuestras emociones y sabiduría intuitiva
- Conectar con la realidad trascendente o divina
Prácticas encarnadas. Integrar cuerpo, mente y espíritu implica:
- Participar en movimientos contemplativos (por ejemplo, yoga, tai chi)
- Practicar formas encarnadas de oración o meditación
- Cultivar la conciencia de nuestras sensaciones corporales y emociones
- Expresar nuestra espiritualidad a través del arte, la música o la danza
Al integrar todas las dimensiones de nuestro ser, la espiritualidad con alma apoya nuestro viaje de ser plenamente humanos y profundamente vivos.
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Reseñas
Espiritualidad Consciente recibe críticas mixtas, con muchos elogiando su profundidad y sus ideas sobre la integración de la espiritualidad con la experiencia humana. Los lectores aprecian la combinación de psicología y teología que presenta Benner, considerándola útil para el crecimiento personal. Sin embargo, algunos críticos sienten que el libro se apoya demasiado en filosofías orientales y carece de un enfoque cristiano sólido. Los ejercicios espirituales prácticos en la segunda mitad son ampliamente elogiados. En general, los lectores encuentran el libro provocador de pensamientos, aunque algunos luchan con su complejidad y la percepción de un alejamiento de la teología cristiana tradicional.