Puntos clave
1. La historia de América es principalmente una historia de explotación, no de asentamiento.
Una de las peculiaridades de la presencia de la raza blanca en América es la escasa intención que se le ha aplicado.
Una historia de desplazamientos. Desde los primeros exploradores en busca de oro hasta la expansión industrial moderna, la tendencia dominante en la historia americana ha sido avanzar, explotar recursos y desplazar a quienes pretendían quedarse. Este patrón comenzó con la desposesión de los pueblos originarios y continuó con el derrocamiento sistemático de comunidades asentadas y pequeños agricultores.
Víctimas de la explotación. Generación tras generación, quienes echaban raíces en un lugar se convertían en “pieles rojas”, víctimas designadas de una explotación despiadada, a menudo sancionada oficialmente. El ciclo se repite: colonos explotados por imperios, agricultores independientes explotados por la industria, dando lugar a grupos modernos que luchan por salvar su tierra y modo de vida frente a agencias gubernamentales que usan su propio dinero para oprimirlos.
La huida es ilusoria. La única salida aparente es unirse a la clase de explotadores, especializándose y volviéndose lo suficientemente móviles para ignorar las consecuencias de su sustento. Sin embargo, esta huida es falsa, pues incluso los más privilegiados terminan enfrentando la contaminación y la decadencia social que genera este sistema explotador, que comenzó con el comercio de pieles y ahora priva a los consumidores del acceso independiente a lo esencial.
2. La crisis fundamental es una división entre explotación y cuidado.
Para entender nuestro tiempo y situación, y el trabajo que queda por hacer, conviene cambiar el enfoque y decir que estamos divididos entre explotación y cuidado.
Dos mentalidades opuestas. El explotador es un especialista enfocado en la eficiencia, el lucro y la cantidad, al servicio de instituciones y pensando en números. El cuidador, como un agricultor ideal, no es especialista, se centra en el cuidado, la salud (de la tierra, de sí mismo, de la comunidad), la capacidad de carga y la calidad, sirviendo al lugar y pensando en términos de carácter y condición.
El abuso del cuidado. La explotación implica la perversión y destrucción del cuidado. Ver la comida como un “arma”, como hizo un exsecretario de Agricultura, representa una catástrofe cultural que destruye las asociaciones tradicionales de la comida con el cuidado, la generosidad y la comunidad, y socava en última instancia las fuentes mismas de alimento.
Carácter y comunidad. Las primeras víctimas de la revolución explotadora son el carácter y la comunidad. Cuando estas integridades se rompen, se vuelve inevitable ver la tierra como combustible, a las personas como números y la comida como un arma, ignorando que el carácter y la comunidad, culturalmente ligados a la naturaleza, son fuentes esenciales de sustento.
3. La especialización fragmenta el carácter y la sociedad, conduciendo a la impotencia.
La enfermedad del carácter moderno es la especialización.
Pérdida de la integridad. La especialización entrena a las personas para hacer una sola cosa, llevando a absurdos como educadores sin nada que enseñar o médicos expertos solo en costosos remedios. Institucionaliza la desintegración de funciones del carácter como la destreza, el cuidado, la conciencia y la responsabilidad, exigiendo la abdicación de competencias personales a expertos.
Ciudadanos impotentes. El ciudadano promedio delega la alimentación, la salud, la educación y la conservación a especialistas, quedándole solo dos preocupaciones: ganar dinero y entretenerse. A pesar de la aparente comodidad, este ciudadano es profundamente infeliz y ansioso porque es impotente, dependiente de un vasto y sobrecargado sistema de especialistas, incapaz de proveerse a sí mismo o sentirse orgulloso de su trabajo.
Desintegración de la comunidad. Bajo la especialización, la sociedad se vuelve intrincada pero sin estructura, organizada pero desordenada. La comunidad se desintegra, perdiendo la comprensión de las relaciones entre materiales, principios, ideales, pasado/presente, cuerpo/espíritu, ciudad/campo, etc. Esto refleja la pérdida del carácter individual de una participación responsable en estas relaciones.
4. La agricultura moderna (agronegocio) es una crisis ecológica y cultural.
Que un solo agricultor estadounidense pueda alimentar ahora a sí mismo y a cincuenta y seis personas más puede ser, desde la estrecha visión del especialista, un triunfo tecnológico; pero de ninguna manera puede considerarse un triunfo de la agricultura o de la cultura.
Tecnología sobre el cultivo. El agronegocio reemplaza el conocimiento por energía, la metodología por el cuidado, la tecnología por la moralidad. Este “logro” es impulsado por corporaciones, universidades y agencias gubernamentales, no por agricultores, con efectos ruinosos sobre la tierra y las personas.
Tendencias destructivas:
- División de la tierra según la compatibilidad con máquinas, abandonando tierras “marginales”.
- División de agricultores en grandes operadores “con mentalidad empresarial” y aquellos forzados a salir.
- Énfasis en la “producción total” que conduce al agotamiento del suelo, erosión y abandono de la conservación.
- Especialización y crecimiento apoyados en “insumos comprados”, aumentando la dependencia y vulnerabilidad.
El desperdicio institucionalizado. El distanciamiento entre consumidor y productor conduce a una alimentación y agricultura irreflexivas. El desperdicio está incorporado al sistema, malgastando suelo fértil, agua, combustibles fósiles y energía humana mediante procesos, empaques y desechos innecesarios, revelando una crisis cultural, no solo de suministro.
5. La obsesión con un futuro tecnológico justifica la destrucción presente.
La única garantía posible del futuro es un comportamiento responsable en el presente.
Anhelo de paraíso. La mente moderna anhela un futuro tecnológico como un paraíso fabricado, donde la ciencia resuelve todos los problemas y las máquinas hacen todo el trabajo. Este anhelo impulsa el progreso pero ignora las responsabilidades presentes, pervirtiendo el presente y disminuyendo el futuro.
Colonización del futuro. El futuro se usa para justificar la explotación, presentado como un tiempo alcanzable solo mediante el progreso industrial y el crecimiento. Se invocan escaseces futuras para exigir más explotación ahora, creando paradojas como consumir las necesidades futuras para construir un futuro abundante. El futuro se convierte en una colonia saqueada para el beneficio presente.
Ausencia de personas. Las visiones de granjas futuras, como las de National Geographic o SDSU, muestran control total, mecanización y ausencia de personas en la tierra, salvo como operadores remotos o consumidores. Esto sugiere que mecanizar la producción inevitablemente mecaniza el consumo, convirtiendo a las personas en máquinas y esclavos de los productores.
6. Nuestra crisis energética es moral, no solo de suministro.
La crisis energética se reduce a una sola pregunta: ¿Podemos abstenernos de hacer algo que somos capaces de hacer?
La energía como religión. La energía es vida, algo que los humanos convierten, no crean. Su uso implica una paradoja: la tenemos perdiéndola, la usamos destruyéndola. El uso derrochador, como los sistemas de alcantarillado o motores de combustión, convierte activos en contaminantes, mientras que el uso cíclico, como la agricultura tradicional, preserva la energía en formas reutilizables.
Energía mecánica vs. biológica. La energía de máquinas se basa en reservas finitas, causando daños ambientales, uso desenfrenado y residuos tóxicos. La energía biológica, proveniente de seres vivos, es un patrón concebible, no una cantidad, preservada en ciclos de producción, consumo y retorno, que requiere cuidado y responsabilidad.
Pérdida de la moderación. El paso a la energía mecánica superó los límites biológicos, liberando a las máquinas de restricciones naturales y convirtiéndolas en la metáfora dominante. Esto llevó a la decadencia de la habilidad, al aumento de la velocidad a costa del cuidado y al eclipse de la continuidad por el uso inmediato, resultando en una crisis moral donde manejamos más poder del que podemos usar responsablemente.
7. La desconexión entre cuerpo y tierra conduce a una salud generalizada deteriorada.
La conexión es salud.
La salud como integridad. La salud se basa en la integridad, perteneciendo a una familia de palabras que incluye sanar, entero, saludable, vigoroso, sagrado. La salud corporal es inseparable del bienestar espiritual, el orden cultural y la salud del entorno; la fragmentación es la enfermedad.
Aislamiento del cuerpo. Suponer que el cuerpo está separado del alma o del mundo conduce a su aislamiento, convirtiéndolo en un objeto en conflicto con la creación. Esto devalúa el cuidado, confina a las mujeres a tareas trivializadas y genera desprecio por otros cuerpos (esclavos, obreros, animales, tierra), resultando en violencia contra uno mismo y los demás.
Salud en declive. La condición humana declina junto con la naturaleza. Nuestros cuerpos están desperdiciados, obesos, débiles y enfermos, como nuestras tierras “marginales”, porque les damos menos uso en una economía especializada. Nuestros espíritus buscan consuelo en el consumo, desconectados del mundo, mientras nuestra economía se beneficia de esta fragmentación y enfermedad.
8. La desintegración del hogar socava el matrimonio y la comunidad.
Sin el hogar —no solo como ideal unificador, sino como circunstancia práctica de dependencia y obligación mutua, que requiere habilidad, disciplina moral y trabajo— el esposo y la esposa encuentran cada vez más difícil imaginar y vivir su matrimonio.
El hogar como vínculo. El hogar fue el vínculo práctico del matrimonio, uniendo la energía sexual al trabajo constructivo y dándole valor comunitario y ecológico. Su desintegración, impulsada por la generalización económica y la movilidad, debilitó conexiones vitales entre matrimonio, comunidad y tierra.
Aislamiento de la sexualidad. La consecuencia más dolorosa es el aislamiento de la sexualidad de las funciones del hogar y la comunidad, sometiéndola a influencias simplificadoras como el romance sexual y la economía capitalista. Pierde su sentido de consecuencia y responsabilidad, volviéndose frívola y destructiva.
El propósito de la fidelidad. La fidelidad, no un deber sombrío sino una disciplina necesaria de la sexualidad, define la responsabilidad sexual y los límites morales. Preserva la devoción frente a la novedad y une a la pareja no solo entre sí, sino con la comunidad y la fertilidad de la tierra, encarnando una forma responsable de vivir la sexualidad y el mundo.
9. Las universidades con tierras donadas traicionaron su confianza, sirviendo al agronegocio más que a los agricultores.
Los fondos públicos originalmente destinados a proveer “una educación liberal y práctica” para los agricultores se convirtieron, por defecto moral, en un subsidio educativo para los competidores de los agricultores.
Intención original. Las leyes de universidades con tierras donadas buscaban promover comunidades agrícolas estables y una agricultura “permanente” mediante una educación liberal y práctica para agricultores, fomentando la ciudadanía y el liderazgo local, y distinguiendo la agricultura de la industria.
Degeneración del propósito. Esta intención fracasó debido a un cambio de la responsabilidad pública al utilitarismo y al carrerismo. La educación se redujo de “liberal y práctica” a “especializada”, impulsada por profesores sin raíces y orientados a la carrera, y una burocracia inflada, perdiendo de vista las necesidades locales y los valores agrícolas.
Al servicio del agronegocio. Las universidades se convirtieron en centros de “agronegocio”, difuminando la distinción entre agricultura e industria. La investigación y los programas benefician principalmente a grandes productores y empresas de insumos, desplazando a trabajadores agrícolas y agricultores familiares, y justificando servicios no agrícolas para seguir a sus clientes desplazados a las ciudades, representando una traición a la confianza fundacional.
10. La verdadera salud y sostenibilidad residen en prácticas marginales y el cuidado local.
Si el cambio ha de venir, tendrá que venir desde afuera.
La ceguera de la ortodoxia. La agricultura ortodoxa, rígida y autoprotectora, ignora evidencias que contradicen su contabilidad interna, descartando alternativas como imprácticas o atrasadas. No puede cambiar desde dentro, por lo que el cambio debe venir desde los márgenes.
Ejemplos marginales. Existen alternativas saludables en los márgenes:
- Agricultura andina: diversidad, conocimiento local, integración de márgenes silvestres (setos), suficiencia a largo plazo sobre el lucro.
- Granjas orgánicas: a gran y pequeña escala, rotación de cultivos, uso de estiércol, reducción de químicos, rendimientos comparables, menor uso de energía, mayor independencia.
- Granjas con tracción animal: integración de animales, pasturas, diversificación, rotación, uso de estiércol, enfoque local, independencia de combustibles fósiles y mercados lejanos.
- Los Amish: comunidad basada en la restricción deliberada de energía mecánica, integridad familiar, comunitaria, religiosa y de modo de vida.
La salud como estándar. Estas prácticas marginales, a menudo desestimadas por la ortodoxia, demuestran que una agricultura permanente y saludable es posible. El verdadero estándar es la salud de la tierra, las personas y la comunidad, no solo la productividad o el lucro. Esto requiere considerar todas las posibilidades tecnológicas, incluidas las “anticuadas”, y valorar el conocimiento local y el cuidado por encima del control abstracto y centralizado.
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Reseñas
The Unsettling of America ha recibido críticas encontradas, aunque muchos elogian la elocuente crítica de Berry hacia la agricultura industrial y sus repercusiones sociales. Los lectores valoran su apasionada defensa de la agricultura a pequeña escala y su profunda conexión con la tierra. Algunos consideran sus perspectivas provocadoras y proféticas, mientras que otros reprochan sus posturas reaccionarias y la falta de evidencia empírica. Los temas del libro —sostenibilidad, comunidad y la relación entre el ser humano y la naturaleza— resuenan en muchos, aunque algunos encuentran difíciles de aceptar sus argumentos idealistas y, en ocasiones, controvertidos.
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