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Puntos clave

1. La ansiedad es un pecado: Deja de preocuparte

La preocupación en cualquier momento es un pecado porque viola el mandato bíblico claro.

La preocupación está prohibida. Jesús ordenó explícitamente "No se angustien" en varias ocasiones (Mateo 6:25, 31, 34), y Pablo lo reafirmó en Filipenses 4:6 diciendo: "No se inquieten por nada." No son sugerencias, sino mandatos directos, por lo que la preocupación es pecado ante los ojos de Dios.
Desconfianza en Dios. En esencia, la ansiedad es una manifestación de desconfianza en el poder, amor y soberanía de Dios. Implica dudar que Él pueda manejar nuestras circunstancias, a pesar de Su carácter y promesas, lo que atenta contra Su identidad.
Inútil y dañina. La preocupación no produce nada positivo; enfoca la mente en cambiar el futuro en lugar de afrontar responsablemente el presente. Puede generar culpa, descuido, pérdida de esperanza e incluso enfermedades físicas como ataques de pánico, resultado de una respuesta inapropiada a las circunstancias.

2. Observa el cuidado generoso de Dios hacia ti

Miren las aves del cielo, que no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros, y sin embargo su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?

Lecciones de la naturaleza. Jesús señaló el mundo natural como prueba del cuidado de Dios. Destacó cómo Dios alimenta a las aves, que no almacenan comida, y viste a los lirios del campo con esplendor, superando incluso a Salomón.
La provisión de Dios. Si Dios provee para criaturas temporales y menos valiosas como aves y flores silvestres, ciertamente proveerá para sus hijos, hechos a Su imagen y destinados a la eternidad. Preocuparse por necesidades básicas como comida, bebida y ropa es innecesario porque nuestro Padre celestial las conoce y las proveerá (Mateo 6:31-33).
La preocupación es inútil. La preocupación no añade ni una hora a tu vida; de hecho, a menudo la acorta debido a sus efectos físicos negativos. Confiar en la provisión de Dios nos permite enfocarnos en buscar Su reino y justicia, sabiendo que "todas estas cosas les serán añadidas."

3. Evita la ansiedad mediante la oración agradecida

No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios con acción de gracias.

Ora en lugar de preocuparte. La instrucción principal de Pablo para evitar la ansiedad es la oración. En vez de sucumbir a la preocupación, debemos llevar todas nuestras inquietudes a Dios mediante la oración y el ruego.
Acércate con gratitud. Es fundamental que esta oración se haga "con acción de gracias." Podemos estar agradecidos incluso en la dificultad porque sabemos que Dios es soberano, no nos permitirá soportar más de lo que podemos (1 Corintios 10:13) y obra todas las cosas para nuestro bien (Romanos 8:28).
Recibe la paz de Dios. El resultado de la oración agradecida es "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento," la cual guardará nuestros corazones y mentes en Cristo Jesús (Filipenses 4:7). Esta paz divina trasciende la comprensión humana y las circunstancias, brindando calma interior sin importar el caos externo.

4. Protege tu mente con pensamientos piadosos

Por último, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay alguna virtud y si algo merece elogio, en esto piensen.

El pensamiento moldea el ser. Como dice Proverbios 23:7, "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él." Nuestros patrones de pensamiento influyen directamente en nuestras emociones y comportamientos, incluida la ansiedad.
Enfócate en lo positivo. Pablo ordena a los creyentes enfocar activamente su mente en cosas virtuosas y dignas de alabanza, encontradas en la Palabra de Dios y el carácter de Cristo. Esto contrasta con la introspección centrada en heridas o pecados pasados, que puede ser contraproducente.
Renovación de la mente. Los creyentes tienen la mente renovada por el Espíritu Santo, pero necesitan una limpieza y refresco constantes mediante la Palabra de Dios. Un pensamiento disciplinado y correcto, centrado en la verdad y el carácter de Dios, es esencial para vencer la preocupación y vivir una vida agradable a Él.

5. Humíllate y echa tus cargas sobre Dios

Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo, echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él cuida de ustedes.

La humildad es fundamental. Pedro vincula la humildad directamente con echar la ansiedad sobre Dios. Humillarnos bajo el poderoso control de Dios significa aceptar Su voluntad y tiempo, reconociendo que no estamos al mando.
Dios se opone a los orgullosos. Dios se opone a los orgullosos pero da gracia a los humildes (1 Pedro 5:5). El orgullo lleva a cuestionar la sabiduría de Dios y a intentar controlar las circunstancias, alimentando la ansiedad. La humildad reconoce la soberanía y bondad de Dios.
Echa tu carga. El mandato de "echar toda ansiedad sobre Él" usa una palabra que evoca arrojar una carga sobre otra cosa, como una manta sobre un animal de carga. Debemos transferir completamente nuestras preocupaciones a Dios, confiando en que Él cuida de nosotros y nos sostendrá, como promete el Salmo 55:22.

6. Vive por fe, fijando tus ojos en Jesús

fijando nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que le esperaba soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se sentó a la derecha del trono de Dios.

La fe vence la ansiedad. George Müller, quien vivió por fe para cuidar a miles de huérfanos, afirmó: "Donde comienza la fe, termina la ansiedad; donde comienza la ansiedad, termina la fe." Vivir por fe es esencial para superar la preocupación.
Deja a un lado los obstáculos. En la carrera cristiana, debemos "despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia tan fácilmente" (Hebreos 12:1), incluyendo la duda y la preocupación, que deshonran las promesas de Dios. La fe es el escudo contra las tentaciones de Satanás para dudar.
Mira a Cristo. Jesús es el ejemplo supremo de fe, soportando sufrimientos y muerte inimaginables por el gozo que le esperaba. Al fijar nuestros ojos en Él, el "autor y consumador de la fe," obtenemos perspectiva sobre nuestras luchas y hallamos la fuerza para perseverar sin desanimarnos (Hebreos 12:3-4).

7. Apóyate en el respaldo de otros (ángeles y creyentes)

espíritus ministradores, enviados para servir a favor de los que serán herederos de la salvación.

Ayuda angelical. Dios envía ángeles para ministrar a los creyentes, brindando ayuda invisible. Ellos guían, proveen, protegen, liberan, facilitan respuestas a la oración y hasta nos servirán en el reino venidero. Saber que los ángeles nos cuidan puede aliviar la ansiedad ante peligros físicos.
Comunidad y cuidado mutuo. La iglesia es un cuerpo donde los miembros son responsables unos de otros, usando dones espirituales para edificarse mutuamente. La verdadera comunión implica:

  • Confesar faltas
  • Llevar cargas
  • Orar unos por otros
  • Animar a los desanimados (ansiosos)
  • Ayudar a los débiles
  • Ser pacientes con los molestos
  • Restaurar a los que caen en pecado
    Amor en acción. El amor es clave para un ministerio efectivo en la iglesia. El servicio humilde y amoroso a los hermanos, incluyendo el trato bíblico con "personas problemáticas" (desviados, desanimados, débiles, molestos, malvados), fortalece la comunidad y ayuda a superar la ansiedad.

8. Cultiva la paz en toda circunstancia

Que el mismo Señor de la paz les conceda siempre la paz en toda circunstancia.

Paz divina. La paz de Dios no es un sentimiento frágil dependiente de circunstancias o esfuerzo humano; es un atributo divino y un don soberano del "Señor de la paz." Es la certeza de que todo está bien entre nosotros y Dios, y que Él gobierna con amor.
Don para los creyentes. Esta paz se concede a quienes creen en Jesucristo. A diferencia de la falsa paz de los malvados, nacida de la ilusión, la verdadera paz es fruto de la gracia salvadora, llenando a los creyentes de gozo y paz en la fe (Romanos 15:13).
Siempre disponible. La paz de Dios está "siempre" disponible, aunque puede interrumpirse por el pecado, la duda o el enfoque en lo mundano. Se restaura mediante la obediencia, la confianza total en Dios, la perseverancia en su obra purificadora, el hacer el bien y vivir rectamente según Su Palabra.

9. Haz todo sin quejarte

Hagan todo sin quejas ni discusiones, para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual brillan como luminares en el mundo, reteniendo la palabra de vida.

Quejarse es pecado. Pablo ordena a los creyentes hacer todo "sin quejas ni discusiones." Quejarse es síntoma de desconfianza en la voluntad de Dios y de no someterse a Su control sobre nuestras circunstancias. Es un pecado contra Dios mismo.
Descontento contagioso. La queja es altamente contagiosa y tiene un efecto devastador, como se vio en los israelitas en el desierto que perecieron por sus murmuraciones (1 Corintios 10:10). Propaga un veneno nocivo de descontento y puede generar ansiedad colectiva.
Obstáculo para el testimonio. Un cristiano que se queja es un testigo incongruente del evangelio de gozo, paz y consuelo. Nuestro carácter irreprochable, libre de murmuraciones, nos permite brillar como luces en una "generación torcida y perversa," haciendo creíble y atractiva nuestra proclamación de la "palabra de vida."

10. Aprende el secreto del contentamiento

No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo.

El contentamiento se aprende. Pablo afirma que "aprendió a contentarse," lo que implica que no es automático sino una habilidad desarrollada mediante la experiencia y la dependencia de Cristo. Este contentamiento es una independencia en Cristo, no la indiferencia del estoicismo.
Confianza en la providencia. Un secreto clave es la confianza en la providencia soberana de Dios. Pablo estaba contento tanto en la pobreza como en la prosperidad, confiando en el tiempo y la dirección de Dios para suplir sus necesidades sin caer en pánico ni manipulación.
Sostenido por poder divino. El contentamiento proviene de experimentar el poder sustentador de Cristo, especialmente cuando nuestros propios recursos se agotan. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13) se refiere al poder de Cristo que permite resistir circunstancias difíciles hasta que Dios provea.
Enfoque en los demás. El verdadero contentamiento también está ligado a preocuparse por el bienestar espiritual de otros más que por las necesidades materiales propias. Pablo se alegraba en la generosidad de los filipenses no para su beneficio, sino por el "provecho" espiritual que aumentaba en su cuenta, confiando en que Dios supliría sus necesidades a cambio (Filipenses 4:17-19).

Última actualización:

Reseñas

4.24 de 5
Promedio de 2.0K calificaciones de Goodreads y Amazon.

Ansiosos por nada recibe en su mayoría críticas positivas, con lectores que elogian su enfoque bíblico sobre la ansiedad. Muchos lo consideran útil y alentador, valorando el uso que MacArthur hace de las Escrituras. Sin embargo, algunos críticos sostienen que simplifica en exceso la ansiedad, llegando a minimizar los problemas de salud mental. Los lectores aprecian las reflexiones del libro sobre la confianza en Dios y el contentamiento, aunque algunos perciben el tono de MacArthur como juzgador. La sólida base bíblica del libro resuena con muchos, mientras que otros desearían encontrar consejos más prácticos más allá de las citas escriturales.

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Sobre el autor

John F. MacArthur Jr. es un destacado pastor evangélico estadounidense, autor y locutor. Desde 1969, ha servido como pastor y maestro en la Grace Community Church en California, y es conocido por su programa radial "Grace to You". MacArthur también ocupa el cargo de presidente en The Master's College and Seminary. Como evangélico calvinista, ha escrito numerosos libros y es reconocido por ser el editor de la MacArthur Study Bible, la cual recibió el Premio Medalla de Oro. Su estilo de enseñanza se caracteriza por una exposición bíblica versículo por versículo, y proviene de una familia de pastores, siendo él mismo un ministro de quinta generación.

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